Amor inesperado de una mujer casada 3 - Relatos Eróticos

Amor inesperado de una mujer casada 3

... me hizo un gesto de asentimiento dándome vía libre para que disfrutara.

Soltando su cuello, lo miré mientras le desabrochaba los botones de la camisa. La abrí un poco y le acaricié el pecho. Me excitaba acariciar su poblado pecho sintiendo su corazón agitado. Por su parte, había bajado un poco más sus manos y las tenía en mis muslos. Me había olvidado del morbo que me provocaba sentir aquellas arrugas sobre mi suave piel y me estremecí cuando las comenzó a subir por debajo del vestido. Estaba de espaldas a Carmen y supe que estaría viendo las manos de su marido acariciando mis nalgas desnudas pues el vestido se había deslizado hacia arriba.

En esos momentos me hubiera gustado poder decirle a Carmen que no se preocupara, que las nalgas que estaba acariciando su marido le pertenecían a ella. Me hubiera gustado decirle que si estaba tan excitada, no era culpa mía sino de ella por haberle enseñado a su marido a acariciar tan bien a una mujer. Si pudiera también le pediría permiso para que me dejara volver a arrodillarme ante él y saborear su sexo tan delicioso.

Sin dejar de bailar pude ver a Carmen. Había subido una pierna al sillón y el vestido se había recogido y se veían sus bragas. Aquella cara la conocía perfectamente. Estaba excitada.

La canción había terminado pero nos dejamos estar allí de pie, en el centro de salón. Tímidamente alcé la mirada y me gustó ver la expresión de la cara de Eduardo. Le gustaba sentir mis caricias en los vellos suaves de su pecho. ...

... Bajando una de las manos por su estómago alcancé su pantalón. Estaba caliente, duro. No tardé en estar arrodillada a sus pies.

El temblor de mis dedos me impedían acertar al desabrochar el cinturón. Eduardo lo hizo por mi y abrió el pantalón. Antes de hacer nada, giré mi cabeza hacia Carmen y vi que tenía una mano entre las piernas y deslizaba sus dedos por las bragas. Me encantó verla excitada con lo que estaba presenciando. Acerqué mi cara al vientre de Eduardo y olí su virilidad.

Cuando su polla se deslizó entre mis labios, escuché a Carmen suspirar como si fuera ella misma quien le estuviera chupando el sexo a su marido. Me costaba entender cómo estaba siendo capaz de hacer aquello delante de ella. Aquel sabor tan delicioso, me hacía saborear cada gota que se derramaba del ardiente glande. Sin sacarla de la boca volví a mirar hacia el sillón. Los ojos de Carmen observaban con atención mi boca y el sexo de su marido siendo devorado.

Fue Carmen quién, estirando el brazo, me desató el vestido y dejó mis pechos desnudos.

- Acaríciaselos – le dijo a su esposo – Necesita de tu cariño.

Gemí al sentir que él, haciéndole caso a su mujer, llevó las manos a mis pechos y los comenzó a acariciar. Agradecida incrementé el ritmo de mi boca.

- Me vas a hacer correr – su voz varonil sonó entrecortada por el placer.

- A Mónica le encanta el sabor de tu semen – le dijo – Verdad, cariño?

La miré, había echado a un lado sus bragas y se estaba masturbando con rapidez. En ...