Ana, la buena esposa (22)
Fecha: 17/01/2025,
Categorías:
Grandes Series,
Autor: Adanedhel, Fuente: TodoRelatos
Estaba desnuda frente al espejo. El cabello mojado, las gotitas de agua sobre mi cuerpo. El agua de la ducha, fría y refrescante, me había templado. Había borrado aquel fuego en la piel y en el bajo vientre. Sin embargo, aún sentía ruido en mi interior. El ruido mental y caótico de la excitación: una oscura emoción, una negra alegría. Me giré frente al espejo, para observar cuerpo. Lo observé buscando imperfecciones, algo que corregir con el maquillaje o con algún tratamiento. Nada. No había nada que quisiera corregir de mí misma. Imaginé que algún día envejecería. No me gustaba pensar en ello, pero así sería. Intenté imaginarme vieja y con arrugas. Pero no pude. No quise. Mi piel, mi redondo trasero, mi abdomen plano y la forma de mis senos: todo en mi destilaba juventud. Me sentía en mi plenitud: sensual, hermosa, irresistible como una diosa mitológica: una diosa del sexo.
Por qué motivo había nacido así, en esta época: con las tetas firmes y grandes, con mi cintura estrecha y mis caderas sinuosas ¿Por qué otra razón poseía las piernas largas, el rostro de muñeca y los ojos claros como estanques de agua cristalina? ¿Mi cuerpo existía para ser admirado o para ser gozado? ¿Había nacido para seducir o ser seducida? Tanta gente hablaba de la belleza interior, pero yo tenía la certidumbre que casi nadie conoce esa belleza interior. Ni en la tele ni en las redes sociales llegábamos a apreciar la belleza interior, todo era apariencias. La belleza interior termina siendo ...
... siempre sólo una sombra. Lo que a todos les importa, al menos en buena parte de la vida, es lo que se ve, no lo que se conoce. Este mundo es guiado por la emoción y lo que genera más emoción es la expectativa del sexo. Y la belleza es la antesala a esa fantasía.
Me puse una ropa interior sexy y de color negra. Una tanguita pequeña bajo una tanga de encaje y transparencias. La primera para que no se me trasparentara el coño en algún descuido. Las dos como parte de un juego. Un collar de delicadas cadenas de platino y pequeños rubíes que caían por mi esbelto tórax, entre mis tetas y por mi espalda. Luego un sujetador push-up del mismo color, muy sexy. Mis senos parecían crecer en aquel escote, con la fina cadena cruzando por el centro de mi pecho y envolviendo todo hacia mi cintura. Si no hubiera sido verano hubiera usado medias. Pero hacía calor. Mucho calor. Solo una tonta usaría medias estos días.
Entonces la llamé, a la becaria. Era la hora de ir por un regalo para nuestros cuerpos.
2
Me reuní con Julieta. A esa hora la temperatura había aumentado. El sol empezaba a hacer largas las sombras de los rascacielos. En los ventanales de las tiendas los reflejos del cielo, de un intenso azul salpicado de blancas nubes, devolvían también las siluetas de dos hermosas mujeres. El cabello rojo de Julieta caía hacia a un lado, sobre una blusa blanca de tirantes que dejaba bastante piel. La negra falda pantalón se ajustaba bien a sus caderas, exhibiendo de buena forma el bonito ...