Ana, la buena esposa (22) - Relatos Eróticos

Ana, la buena esposa (22)

... bien… ¿Recogiste el paquete? —preguntó mi jefe.

—Lo tengo. No he revisado el interior, pero supongo que estará todo.

—Si. Está todo.

—Mándame un mensaje cuando estés acá. Bajaremos enseguida —dije.

—Ya quiero estar allá. Me tiene loco esta noche —Jorge parecía emocionado.

Respiré profundo y me sacudí el enojo.

—A mí también —respondí—. También estoy loca por estar contigo esta noche.

—Nos vemos entonces… esta noche, más tarde.

Se le notaba nervioso, emocionado. Excitado.

—Si. Nos vemos. Hasta más tarde.

Corté. Escuché a Julieta salir de la ducha. Se asomó por el baño hasta la habitación.

—¿Quién era? —preguntó.

—Jorge. Estará en el restaurante pronto. Viene seguramente con el cliente —respondí.

Julieta me observó, asintiendo.

—Tenemos poco tiempo. Hay que prepararse.

Julieta asintió de nuevo. Ambas sabíamos que se había acabado el juego en la ducha.

—Déjame ayudarte, te voy a secar —dije.

Mientras nos secábamos con unas esponjosas y blancas toallas, permanecimos en silencio. Saqué el secador de pelo y se lo pasé.

—Sabes… ya no me arrepiento —dijo Julieta de improviso.

Le sonreí.

—Yo tampoco.

Nos quedamos mirando y luego seguimos secando nuestros cuerpos desnudos. Afuera, por los ventanales, podíamos ver como moría aquella limpia tarde de verano. Llegaba la noche y necesitaríamos estar muy listas. La secreta diversión, el placentero pecado nos aguardaba al final del camino. Algunas mujeres hubieran evitado aquel destino final, pero yo no. Tampoco Julieta, estaba segura. Quería sumergirnos por última vez en aquel mundo. Ya después tendríamos tiempo para toda la culpa y el remordimiento. Después seríamos libres para volver a ser buenas mujeres, buenas novias y esposas. El secreto y el olvido todo lo podían curar. Sonreí. Tenía todo controlado.