Proyecto Imperium: Un Hermano Controlador - Relatos Eróticos

Proyecto Imperium: Un Hermano Controlador

... barriga del hombre. Alfonso se había ofrecido a llevarle a cualquier sitio que necesitase.

— No me cuesta nada, es mi trabajo.

— Ya te he dicho que no hace falta, me vendrán a buscar.

— Está muy bien organizada vuestra reunión, lo único que faltó es que os organizaran el alojamiento.

— Estaba todo preparado, pero no para traerte a la familia. Alfonso la relación que tengo con Alejandra no es una relación normal de pareja. No sé si ella te ha contado algo o no. Me da igual si lo ha hecho.

Ella es una mujer muy especial, eres el único hombre que he visto desde que la conozco que despierta en ella algún interés.

— Yo no tengo intención de engañarte Oscar.

Después de aquella breve conversación ya había llegado un coche para recogerle, las lunas tintadas del vehículo no permitían ver nada de lo que pasaba en el interior. Oscar desapareció en el interior despidiéndose con un gesto de la mano.

En cuanto el coche tomo la primera curva y desapareció de la vista, Alfonso entró en la pequeña casa donde se alojaban Alejandra y su marido, la mujer estaba sentada en el suelo del salón, había una gruesa alfombra y ella se había colocado allí con la espalda apoyada en el sofá. Levantó los ojos del libro que estaba leyendo cuando notó la presencia de Alfonso.

— Ya se marchó.

No fue una pregunta, solamente la confirmación de un hecho el joven hizo un gesto afirmativo con la cabeza y se sentó en el sofá a la espalda de ella.

— ¿Y ahora que va a ...

... pasar?

Alfonso le puso las manos en los hombros bajo los dedos únicamente estaban los tirantes de la camiseta que llevaba ella. La ausencia de otros más pequeños marcaba la ausencia de sujetador. El empezó a masajearle los hombros con suavidad.

— Pasará lo que tú quieras que pase.

— Y si te digo que no quiero que pase nada.

— Me estarías mintiendo y tendría que hacer como que te creo

— No intentarías convencerme.

— No haría falta no vas a mentirme.

Ella tenía los ojos cerrados y respiraba suavemente, las manos de Alfonso habían deslizado los tirantes de la camiseta hacia los lados y acariciaban su cuello y sus hombros con suavidad. Ella echo la cabeza atrás apoyándose en uno de sus muslos, estaba tan duro como una roca.

— Que duro estás.

— Es lo que le gusta a una mujer, que esté duro.

Alejandra lo había dicho sin ningún tipo de malicia, se ruborizó al darse cuenta a que se estaba refiriendo.

— Es muy agradable como me masajeas los hombros.

— ¿Nunca te han dado un masaje?

— Nunca.

— Aquí tienen servicio de masajista, deberías contratar uno.

— Yo quiero mi masaje ahora.

Alfonso estaba teniendo ideas perversas, sabía que la mujer ya se estaba excitando, pero no le importaba hacerla esperar. Se levantó y cogió la lista de servicios del complejo que se encontraba junto a la televisión.

— ¿Qué haces?

— Sus deseos son ordenes señora, si quiere un masaje lo tendrá.

— Jajajaja estás chalado.

El chico ya estaba marcando el número de ...