Vacaciones a solas
Fecha: 06/02/2025,
Categorías:
Gays
Autor: falocrata1, Fuente: TodoRelatos
... preservativos de ese tamaño pero su cita suplía esa carencia. Por lo menos disponía de lubricante, que sería más que necesario. Se colocó a cuatro patas entre las sábanas arrugadas mientras su hombretón se arrodillaba detrás y le ensombrecía con su holgado porte. Pero, ¿cómo describir el primer intento de consumación? La elasticidad de la anatomía inferior de Felipe se resistía a admitir a tamaño visitante, reconociendo que tal vez fuera demasiado. El aire le abandonó como una bala que sale disparada de un cañón. El gel y los previos ayudaron a que el poderoso miembro plastificado entrara algunos centímetros, apenas la punta.
-¿Vas a poder?-preguntó su propietario.
-Sí… Solo ve lento.
Felipe se estremecía cada vez que alcanzaba una nueva profundidad. La paciencia permitió que la sexualidad se asentara, aunque no llegó a contenerla entera, pues caderas y nalgas no llegaron a unirse. Antes de que se dieran cuenta ya estaban envueltos en el delicioso juego de avance y retroceso, que se producía con parsimonia para evitar accidentes innecesarios.
La cantidad de zonas erógenas que Felipe descubrió en su propio cuerpo esa noche no se podía igualar a encuentros anteriores. Sus piernas resistieron gracias al apoyo de las rodillas flexionadas pero, tras varias repeticiones, sus brazos no resistieron y su cara aterrizó de lado entre entre los pliegues de la ropa de cama. Héctor se movía con una delicia afrodisiaca y, cada vez que le abandonaba un poco, el espacio ...
... resultante parecía hacer un angustioso efecto de vacío que, por suerte, enseguida volvía a llenar.
La comodidad permitió darle más ritmo a su acto amoroso sin sobrepasarse. Felipe jadeaba con fuerza pero quería más. Cambiaron la posición para que ahora Héctor estuviera debajo, con su ancha espalda recostada y la cabeza hundida en la almohada. Su miembro desapareció de nuevo mientras se sentaban sobre él. Felipe gozó de él, su cuerpo sudoroso por el gran esfuerzo de albergar tamaño instrumento de éxtasis. Sus pulmones no daban abasto para suministrarle oxígeno y, aunque sentía que su barriga podía estallar, estaba feliz. Miró a su Héctor, a su Aquiles, con una sonrisa pícara en el rostro. Sus cabellos dorados alborotados eran tan sexis y su piel bronceada relucía, aunque no por la exudación. De hecho, apenas le surcaban un par de gotas desde el cuero cabelludo, que con su gesto parecían burlarse como diciendo “soy más resistente que tú”.
No tuvo mucho tiempo de pensar en ello cuando una palanca se activó en su interior y una fuente perezosa de leche se derramó sobre el pecho y el abdomen de Héctor. Había alcanzado el límite no solo de su placer, sino también de sus fuerzas. Empalado, reposó un par de segundos antes de caer rendido sobre el colchón, con su interior ahíto y vacío tras las tallas de más que había disfrutado.
-¿Ya no puedes más?-inquirió Héctor.
Felipe negó con la cabeza. Entonces aquel se retiró la protección y sacudió los últimos restos de su placer, que se ...