De adolescencia, amor y sexo
Fecha: 24/02/2025,
Categorías:
Hetero
Autor: Pieldemanzana, Fuente: TodoRelatos
... poder armar bulla y fumar, por entonces estaba permitido en los autobuses.
Pero no era solo a mí a quien el chico le hacía tilín. La mayoría de chicas babeaban por él. Era común escucharlas decir, en baja voz, cuanto les gustaba. Yo permanecía callada, aunque me atraía igual que a las demás.
Aquel viernes, no sé por qué, él llegó tarde al autobús, casi lo pierde. Después de pagar su billete miró hacia atrás, todo estaba completo. Desde mi asiento, en el interior del pasillo, lo pude ver venir buscando con la mirada un asiento libre. El único era junto a mí.
Con una sonrisa me pidió pasar. Hice mis rodillas hacia afuera para dejarle paso y, apretado, se sentó junto a mí. Me puse muy nerviosa, no me atrevía ni a hablar. Podía sentir en mi nuca las miradas envidiosas de mis compañeras. Las quejas de sus amigos al fondo se dejaron oír en el largo vehículo.
El autobús arrancó entre tirones y estertores de un motor viejo y cansado. Los edificios comenzaron a pasar frente a la ventanilla. El día amenazaba lluvia y se veía a la gente apurar el paso por las aceras. La tarde comenzaba a caer.
De reojo lo miraba mientras simulaba mirar el exterior. Su rodilla rozaba lamia en cada curva, estaba muy nerviosa. Me hubiera gustado hablarle, pero no me atrevía.
Al poco rato la ciudad quedó atrás, solo alguna casita aislada pasaba rauda tras el cristal. A lo lejos el paisaje comenzaba a ponerse rojo y, poco después, la oscuridad impidió ver más. Quedaban casi dos horas de ...
... viaje por delante.
Cuando ya no se podía ver nada y parecía comenzar un aburrido viaje, Alberto, se giró hacia mí, quedando sus ojos clavados a los míos que no sabían si mirarlo directamente o esquivar aquella mirada negra.
Se me presentó y preguntó mi nombre. Respondí nerviosa con un hilo de voz. ¿De dónde era? ¿Dónde estudiaba? cosas asi, cuestiones que yo intenté responder tratando de sacar fuerzas para que mi voz sonara tranquila. Él me contó de su pueblo, de su colegio, de sus estudios. Cosas que, al fin y al cabo, compartíamos. Poco a poco la conversación se relajó y se hizo divertida con pequeñas anécdotas suyas que me hacían reír. Su rodilla seguía rozando mi pierna a cada curva. Se veía tan tranquilo. No como yo, hecha un flan cada vez que se cruzaba nuestra mirada.
No, no era un “malote” como parecía ser, era solo apariencia, un don, o algo asi, que lo hacía pasar por lo que estaba lejos de ser. La verdad es que tenía frente a mí a un chico dulce y amable, risueño, divertido y…tremendamente atractivo.
Las dos horas se me hicieron unos minutos. Cuando quise acordar se estaba levantando porque llegaba su parada. Lo lamenté, hubiese seguido alli hasta el fin del mundo.
Se despidió y salió por la puerta que se quejaba al abrirse. Allí me quedé yo, sola, con los ojos perdidos en la oscuridad de fuera. Feliz de haberle tenido a mi lado un buen rato. Sabiéndome envidiada por las chicas.
Supliqué porque el fin de semana pasara rápido y la semana siguiente más ...