De adolescencia, amor y sexo
Fecha: 24/02/2025,
Categorías:
Hetero
Autor: Pieldemanzana, Fuente: TodoRelatos
... labios que no esperaba, del que nadie se dio cuenta. No supe reaccionar, solo besé, besé sin saber cómo besar, pero sintiendo esas mariposas en el estómago. Se puso en pie, paso junto a mí y se dirigió hacia aquella maldita puerta. Yo hubiese seguido besándolo hasta el infinito.
Aquella noche, cuando me metí en la cama, no podía borrar la sensación de aquellos labios en los míos. Mi primer beso, un beso robado, sí, pero que sentí como solo una chica de mi edad podía sentir. No voy a negarlo, me humedecí un tanto pensando en él, pero no hice nada al respecto.
Eran sobre las cinco de la tarde del domingo cuando sonó el timbre de la puerta de casa. Abrí con desgana y mis ojos se abrieron igual que aquella pesada puerta de la casa de mis padres. Desde la acera la sonrisa de Alberto me esperaba. Estaba alli, no salía de mi asombro. ¿Cómo había sabido? ¿cómo había venido? ¿Qué hacía aquí?...
Sali con mirada interrogante, cuidando de cerrar la puerta tras de mí, mi madre estaba en casa. Con un “es para mí, mama” siguió en sus cosas. Y alli estaba, guapo, bien arregladito, con sus ojos oscuros y su sonrisa. Un “hola” y no muchas explicaciones de cómo me había encontrado, quien le dijo donde vivía. Una moto, desconocida para mí, aparcada tras de él.
Me tendió un casco al tiempo que se subía en ella y la arrancaba de una fuerte patada al arranque. La calle tembló con su sonido estrepitoso. Alguna vecina curiosa salió a su ventana. Sin palabras me coloqué aquel casco, me ...
... agarré a su hombro para poder subir a aquel aparato tremendamente alto y me senté detrás. Tuve que abrazarme a su cintura para evitar caer cuando arrancó. Aun no salía de mi asombro. No sabía cómo, pero alli estaba, conmigo, podía abrazarlo y sentir su cuerpo pegado al mío. No me importaba nada más. Me sentía feliz.
Los pinos desfilaron rápido al filo de la carretera. No sabía dónde me llevaba, pero confiaba en él. Todo pasaba raudo a mi alrededor, y el sonido de la moto era infernal, pero me gustaba sentir aquella vibración entre mis piernas, en mi cuerpo entero.
No tardó en aminorar la marcha. Un pequeño camino se abría a la derecha de la carretera, se podía adivinar al fondo una pradera rodeada de un alto pinar. Yo conocía el sitio, alguna vez llegué hasta alli paseando con mis amigas. No sé cómo él podía conocerlo.
Paró la moto y me dio tiempo para poder bajar, sentía mis piernas dormidas. Le puso el caballete y se quitó el casco para colgarlo del retrovisor. Tomó el mío y lo colocó en el asiento. Del portabultos trasero saco una manta pequeña que extendió sobre la verde hierva.
Tengo que confesar que no las tenía todas conmigo. Nunca antes había estado sola con un chico y me pareció extraño que conociera aquella pradera.
Me senté sobre la manta al tiempo que le preguntaba sobre esto. No, no era la primera vez que venía a mi pueblo. Con sus amigos habían recorrido muchas veces esta sierra haciendo cros con las motos. La respuesta aclaró mis dudas.
Se tumbó ...