Al Servicio del Sultán 3 - Relatos Eróticos

Al Servicio del Sultán 3

... guerreros nubios para que se unan a nosotros a cenar, todos ellos miran a Merary esperando su permiso.

La cena trascurre tranquilamente entre risas y charlas, incluso Yaritza, Merary y Jimena se sientan con nosotros e intervienen en la conversación, olvidando por unos momentos que son esclavas. Solo las dos princesas se mantienen en silencio, temerosas del destino que les espera.

Cuando finaliza la cena, las tres esclavas recogen la mesa y colocan un par de mesitas con bebidas y dulces en una zona de la tienda con dos grupos de almohadas, uno para Moussa y otro para mí, entonces Moussa me sorprende una vez más llamando a los seis guerreros nubios.

“Habéis peleado bien;” les dice, “Sin vosotros no habríamos obtenido la victoria, sois libres, podéis regresar a vuestras tierras.”

Los nubios no parecen reaccionar, hasta que finalmente uno de ellos habla.

“No abandonaremos a nuestra señora, si tenemos que seguir siendo esclavos para permanecer a su lado lo seremos;” comenta desviando su mirada a Merary.

“Eric es su dueño, hablarlo con él;” les dice Moussa.

Los seis nubios se acercan a mí, pero antes de que me puedan decir nada soy yo quien habla.

“Juradme lealtad y podréis permanecer junto a vuestra señora;” les digo, y ellos responden inmediatamente arrodillándose ante mí.

“Fuera tenéis dos sirvientas para que disfrutéis de ellas;” les dice Moussa.

Cuando los nubios abandonan la tienda, Moussa y yo nos sentamos en las almohadas, Sarah se sienta a ...

... su lado y Zeiga al mío, con Yaritza y Merary arrodilladas a mis pies. Jimena dado su estado está tumbada a mi lado mientras acaricio su mejilla, y las dos princesas permanecen arrodilladas sin decir nada.

“Merary, cuéntanos el origen de los dos gladius que llevas;” le digo a mi esclava nubia.

Según dicen las leyendas antiguas, el momento no era muy diferente a éste, dos grandes potencias se enfrentaban más allá del mar, y finalmente la batalla acabó llegando a nuestras tierras. Enviados de Cartago vinieron a mi tribu a pedirles que se uniesen a la lucha, ofreciendo a cambio baratijas y objetos sin valor.

El jefe de la tribu, Muntou junto a su hermana se rieron en la cara de los enviados, ordenando que trajesen varias cestas, que fueron abriendo una tras otra revelando su contenido: oro, plata, jade, marfil.

“No podéis ofrecernos nada;” les dijo la mujer llamada Merary. “Iros en paz y conservareis vuestras vidas.”

Esa noche los enviados cartagineses secuestraron a Merary, y forzaron a Muntou a enviar a sus mejores soldados a combatir si quería verla de vuelta.

Unos días antes de la gran batalla Merary consiguió escapar, cuando huía se encontró con una patrulla romana, el centurión de origen hispano llevaba la cabeza de un lobo blanco grabada en su armadura, y quedo prendado de la belleza nubia en cuanto la vio, aunque apenas tuvieron tiempo ni siquiera de presentarse, ya que fueron atacados por un grupo de cartagineses.

A pesar de luchar con todas sus ...