1. La viuda y el muchacho


    Fecha: 04/05/2025, Categorías: Incesto Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... madrastra, en cambio, hablaba como una especie de muchachita resignada. He de admitir que, efectivamente había sopesado la posibilidad de pasar por casa de Maricruz y despedirme de ella en condiciones, pero todo apuntaba a que mis ilusiones se iban a ver frustradas a causa de la fogosidad con que aquel pendejo había follado a su madrastra esa mañana.
    
    — Sabía que no iba a entrar en razón, Alberto —se justificó compungida— Además, cómo iba a dejarle así… En fin, que he tenido que hacerlo, y me han temblado las piernas nada más tenerle dentro, porque otra cosa no, pero eso de hacerlo bajo la ducha es muy morboso. Y después… Después he chillado como una loca, venga a dar botes con todo eso dentro, y el muy canalla, en vez de apiadarse de mí, ha empezado a darme palmadas en el clítoris para desquiciarme del todo.
    
    Había sido bochornoso, la pobre ni sabía las veces que se había corrido. Aunque Moisés le permitió descansar tras cada clímax, no bien ella gimoteaba que ya no podía más, el chico la instaba a continuar, a mecerse y contonear las caderas ensartada en su obelisco.
    
    En fin, era obvio que el muchacho había sabido jugar sus cartas. Había convertido a Maricruz en una esclava sumisa y golfa, o más bien, en una de esas viudas y divorciadas resentidas que, una vez libres, se dejan hacer todas esas cosas que jamás permitieron al marido.
    
    Intenté hacerme una idea de sus sollozos, pero el ahínco con que la viuda manifestaba haberle montado me confundía. Además, la ...
    ... emocionada señora, que no paraba de hablar, me contó que seguidamente su chico la había colocado en cuatro, resuelto no ya a saciarla, sino a rematarla analmente, a joderla del todo.
    
    Maricruz describía la hombría de Moisés con orgullo de madre, exagerando de forma afectada, muy ufana del carácter, la contundencia y el aguante del muchacho. Con todo, su falta de pudor al darme los detalle resultaba desconcertante, y francamente innecesaria. Podía haberse ahorrado lo de como la había martirizado hasta hacerla orinarse encima.
    
    Al tiempo que la montaba, el muchacho no había dejado de dar refriegas a su palpitante clítoris, propinarle nalgadas y amasarle los pechos, jodiéndola, empotrándola sin descanso hasta hacerla orinarse de gusto.
    
    — Para su edad, los tiene bien puestos —lo enalteció todavía.
    
    En palabras de la madura protagonista de aquella tórrida escena, había sido una auténtica barbaridad. Su chico se había convertido, sencillamente, un amante sin parangón. Maricruz admitió que nunca se hubiese imaginado que un muchacho la haría claudicar de aquella manera, pero había tenido que implorarle que se corriera de una vez porque si no le iba a dar algo.
    
    De todas formas a la vista estaba que, antes de rellenarla de crema, Moisés la había dejado tullida para rato. Aquello me hizo entender al fin su mal disimulada incomodidad o la torpeza de sus pasos. Caminaba muy digna y erguida, sí, pero porque iba apretando las nalgas para que la leche del chico no se le escapase. Sin ...