La viuda y el muchacho
Fecha: 04/05/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos
... prejuicios mi polla, mi lengua y mi dedo empezaron a follarla al unísono por todos lados.
Fui severo en todos los flancos, no tuve contemplaciones. Follé su boca, desfondé su culazo y relamí su coño hasta que Maricruz, con las piernas en alto y la cara colorada como un tomate, se encrespó clavando sus garras en mi piel. La viuda se corrió de improviso, con un golpe de cadera que vertió en mi boca el jugo de su orgasmo.
“¡Eso es!”, loé al ver el entusiasmo con que la madre de Moisés mamaba de mi rabo como si de un biberón se tratase. Cegada por la gula y su gratitud hacia mí, la hacendosa mujer mamó hasta la última gota de mi esperma.
El jueves siguiente llegué a mi casa antes de lo habitual. Escuché que una mujer canturreaba alegremente al fondo del pasillo. Obviamente se trataba de Maricruz, que había ido a limpiar tal como habíamos acordado una semana antes. Nos saludamos y le pregunté si necesitaba que le adelantase algo de dinero, pero ella rehusó mi ofrecimiento.
Acabó de limpiar moviéndose graciosamente mientras yo la observaba con disimulo, yendo y viniendo de una habitación a otra sin hacer otra cosa que admirar la gracia de sus movimientos o el contorno de su trasero. No fue buena idea, ya que mi miembro se tensó de inmediato, de un modo flagrante, y mi arrojo incrementó, azuzándome a reducir paulatinamente la distancia con la mujer objeto de mi deseo.
Por desgracia, cuando estaba a punto de saltar sobre mi presa, ésta dijo que ya había terminado y ...
... que, si no necesitaba nada más, se iba para casa.
Yo, porque no se fuera, le ofrecí una cerveza y algo de picar. Ilusión y consternación se equilibraban en mi mirada, y Maricruz, que ya se esperaba algo así, aceptó quedarse un rato. Había trabajado duro, y no disimuló su regocijo al verme sacar un par de cervezas heladas del frigorífico, pero en sus ojos se veía que su apetito iba mucho más allá.
Hablamos de Moisés, cómo no, su bienestar era nuestro vínculo de unión, pero en el aire flotaba la complicidad del sexo pasado, y del inminente. Yo bromeaba y la miraba con buenos ojos, pero ella fingió no darse cuenta hasta que, en un momento dado, saqué la cartera y puse la cantidad acordada sobre la mesa.
— Bueno, aquí tienes —dije mirándola fijamente a los ojos— Pero aún te falta algo por hacer.
— ¿Ah, sí? —contestó haciéndose la ingenua.
— Sí. Mira, ven.
La cogí de la mano y me dirigí al dormitorio, a donde Maricruz me siguió con una sonrisa de oreja a oreja. Nada más entrar, le dije…
— Ves. Te has olvidado de deshacer la cama.
La agarré de la cintura y nos fundimos en un beso apasionado. Nos miramos un instante y volvimos a besarnos con deseo.
— Desnúdate —le ordené.
Tras descalzarse, la señora comenzó a bajar su pantalón vaquero. Yo, que me había percatado de cuánto le gustaba a Maricruz palpar mi abdomen y mi torso, me quité la camiseta.
— Ha sido un pequeño descuido, señorita —dije, tras lo cual le introduje una mano entre las piernas. Inhalé de ...