1. La viuda y el muchacho


    Fecha: 04/05/2025, Categorías: Incesto Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos

    ... derramándose dentro de ella y proporcionándole al fin ese vínculo especial y perenne de quienes han hecho el amor.
    
    Yo besaba su espalda, sus hombros, su nuca… Me había adelantado unos minutos, instilando generosamente el recto de la viuda, facilitando su siguiente visita al baño. Y es que el culazo de aquella señora, su glorioso pandero, era una potente aspiradora capaz de vaciarte entero y darte la vuelta como un calcetín.
    
    No obstante, Maricruz se puso escrupulosa. No quería tener que lavar las sábanas, de modo que nos retuvo dentro de ella. Entre tanto, me enternecí al ver a madre e hijo deshacerse en caricias y cumplidos, prometiéndose lealtad de día y ternura de noche, prolongando la magia hasta que ambos salimos de ella con discreción y limpieza.
    
    — Eres un sol, lo has hecho fenomenal —susurraba Maricruz, gozosa de haber estrenado al chaval.
    
    Días, semanas y meses pasaron sin que nos diésemos cuenta. El curso finalizaba y pronto me tendría que marchar. Maricruz, el chico y yo habíamos tejido un vínculo fuerte y duradero, una amistad singular que trascendía lo sexual. Razón por la que quise disfrutar de un último fin de semana en casa de la viuda antes de irme.
    
    Aquel viernes por la tarde me trasladé a su casa con un pequeño equipaje en el que llevaba algunas sorpresas. Un par de vibradores, pero también esposas y una fusta, por si acaso a Maricruz le apetecía probar cosas nuevas.
    
    Esa mañana, antes de nada, busqué la oportunidad de hablar a solas con ...
    ... Moisés. Necesitaba decirle que era muy importante que nos espiara en vez de participar y formar un trío. Si lo hacía, si me hacía caso, aprendería multitud de trucos que no podía ni imaginar. Moisés aceptó y me explicó de qué manera lo haría. Era un chico muy listo y había manipulado la cerradura de la habitación de su madrastra para que no se pudiera cerrar del todo. Gracias a ese ingenioso sistema, el chico había contemplado desnuda a su madre al poco de mudarse con ella.
    
    Esa velada de viernes significó algo especial para todos. El curso tocaba a su fin y yo me marcharía unos días más tardes.
    
    — ¡Oh, Alberto! —repuso Maricruz, con los ojos llenos de lágrimas.
    
    Era tan cariñosa e ingenua que nunca podré olvidarla. Siempre la recordaré tan hermosa y atractiva como entonces. Una buena amiga, eso será siempre para mí, lo he pensado muchas veces desde aquel día.
    
    Ella movió la cabeza en silencio, y volví a ver su triste sonrisa.
    
    — Te estaré eternamente agradecida por lo que has hecho por nosotros —confesó— Quiero que sepas que toda mi vida creeré en ti, como lo he hecho hasta ahora, suceda lo que suceda.
    
    — Puedes también contar conmigo para lo que haga falta, ya lo sabes —repliqué— Siempre recordaré este valle como lo más cerca que he estado del paraíso.
    
    Maricruz puso sus dedos sobre mis labios, y me dijo que estaba orgullosa, feliz de escucharme decir esas cosas tan bonitas, las palabras más románticas que un hombre le había dicho en su vida.
    
    — ¿Sabes, Maricruz…? ...
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