La viuda y el muchacho
Fecha: 04/05/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: AlbertoXL, Fuente: TodoRelatos
... Nunca sospeché que me harías tan feliz. De una mujer viuda uno espera tristeza y melancolía, pero dentro de ti hay esperanza, generosidad y ganas de vivir.
Entre tanto, Maricruz sobaba mi miembro, lo estimulaba a crecer con el propósito de alargar un poco más la despedida.
Las clases finalizaron, y no volví al pueblo hasta el día de la evaluación. Era sorprendente cómo Moisés había conseguido enmendarse y remontar el curso en los últimos meses. Gracias al apoyo de su madre de acogida, la frustración y falta de ilusión del muchacho eran ya cosa del pasado. Había aprobado todas las asignaturas y a la vuelta del verano debería asistir a clase en un pueblo mucho mayor donde, probablemente, conocería a una chica de su edad dispuesta a ocupar el lugar que Maricruz tenía en su corazón y en su cama.
Me marchaba definitivamente del pueblo cuando reconocí la voz de Maricruz. Agarraba el brazo de Moisés, pero le pidió que esperara, pues deseaba hablar a solas conmigo. El muchacho, receloso, me miró con desconfianza. Le sobraban los motivos. Su viejo anhelo de poseer a su madrastra, de que Maricruz fuera suya, se había hecho realidad, y no quería perderla por nada del mundo.
Una vez Moisés se había rezagado lo suficiente, su madrastra y yo nos miramos con complicidad. Nos reconocimos como seres especiales el uno para el otro, abrazándonos y dándonos dos besos que pretendieron ser mucho más que eso. La felicité por el cambio que había obrado en su hijo, y Maricruz miró hacia ...
... abajo, sonrojada, avergonzada por los detalles de aquel milagro.
— ¡No te lo puedes ni imaginar! —confesó— Fue marcharte tú y empezar Moisés a perseguirme. Se puso de un cariñoso insufrible, utilizando cualquier pretexto para apoyar la cara sobre mi pecho y agarrarme las nalgas. Me lo tenía que espantar continuamente como a las moscas. Y por las noches, ni te cuento. Al principio solamente se metía en la cama y se pegaba a mi espalda, y aquello era muy reconfortante, no lo voy a negar. Hacía tanto que no dormía cobijada entre los brazos de un hombre que no me pude resistir…
Maricruz confesaba que el muchacho había satisfecho su necesidad de compañía masculina, creo que reprochándome de algún modo por haberla abandonado.
—…Normalmente, Moisés se dormía antes que yo —prosiguió en tono confidente—, y resultaba tan agradable sentirle a mi lado que empecé a dormir mejor que nunca. Sin embargo, cuando no era así, cuando se acostaba excitado, el chico trataba de ponerme caliente, y por Dios que lo conseguía la mayoría de las veces. El muy granuja empezaba a rozarme en el cuello con un dedo, o en la espalda, o en el brazo… En fin, por un tiempo me mantuve firme y logré contenerme. Porque él siempre trataba de ir un poquito más allá, de masturbarme, entiendes. Sin decir nada, deslizaba su mano por mi costado, me acariciaba con erotismo, jugando con mis pezones antes de arrastrar sus dedos hasta mi sexo…
Al escucharla narrar su lucha, entendí la angustia a la que la había ...