Memorias de Sandra. Primeros cuernos para Ramón - Relatos Eróticos

Memorias de Sandra. Primeros cuernos para Ramón

... jefe.

Mi marido parecía estar procesando mi nueva condición de puta y su nueva condición de cornudo, evaluando cómo este nuevo enfoque en nuestras vidas impactaba su percepción del matrimonio y del papel que desempeñaba en él. Pero para mí la liberación había sido infinita y estaba más guarra y más cerda que nunca.

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La habitación se sumió en un silencio momentáneo cuando Julián se puso de pie y se quitó los pantalones y el bóxer.

¡Dios mío que pedazo de tranca tenía!

Con un tono firme pero sereno se sentó abriendo las piernas y mostrando su descomunal erección. Casi me desmayo ante tanta hermosura. Era una verga preciosa, grande, recta. Me ordenó arrodillarme y ocuparme de su mamada, fregar su polla de rodillas.

“Usa la lengua, zorra” dijo taxativo.

La sorpresa se dibujó en mi rostro, pero una mirada de Julián bastó para recordarme mi posición en este juego de roles, mi obediencia debida, mi sumisión prometida.

"Y mientras lo haces", continuó Julián con un matiz de mando en sus palabras, "quiero que tu esposo, Ramón, se ocupe de una tarea muy especial.

Ramón límpiale el coño y me lo preparas bien ensalivado para que esto (matizó cogiéndose la verga por los huevos) que tengo preparado para nuestra putita”,

Las instrucciones saturaron el aire erótico de la habitación, creando un ambiente cargado de expectación y morbo. La obediencia, en ese momento, tomó su ...

... verdadero e inusual significado. Mis atenciones hacia su polla fueron pausadas, conscientes de que cada movimiento estaba siendo observado por mi esposo. La polla, de porte majestuoso, se erguía en el centro del pubis, majestuosa, con una punta redondeada grandiosa y detalles que me llevaba a realizar una intensa tarea de concienzuda mamada.

La peculiaridad de la verga, con su forma de obelisco cilíndrico, se volvía más evidente a medida que mi lengua exploraba sus contornos bajo los gemidos incipientes del jefe. En cada pasada el nardo duro me revelaba nuevos detalles y rincones que requerían mi atención. Sin embargo, lo que marcaba una diferencia aún más sorprendente era el olor peculiar que emanaba de la verga.

El dulzón aroma flotaba en el aire, envolviéndome mientras continuaba con la tarea de mamada. El sabor que se desprendía al degustar la verga añadía una capa adicional de peculiaridad a la experiencia. Era mucho más atractiva de comer, de paladear que la de mi esposo. La dulzura se mezclaba con la textura carnosa, creando una sinfonía de sensaciones que, de alguna manera, intensificaban la conexión entre la tarea, la sumisión y mi coño recibiendo la lengua de Ramón, que no podía observarme, pero que oía los lametones y los chasquidos al sacarla de mi boca.

A medida que mi lengua exploraba aquel maravilloso cipote, el olor y el sabor se convertían en parte integral de la experiencia más erótica de mi vida. Cada rincón limpiado no solo revelaba la forma original de ...