1. El morbo de lo incorrecto: Mis fantasías tuyas


    Fecha: 11/05/2025, Categorías: Infidelidad Autor: aSeneka, Fuente: TodoRelatos

    ... hijo. No soy jefa de nada, ni me han hecho responsable de algo. No soy nadie, por eso estoy aquí.
    
    Se ríe sincero y me mira como no lo ha hecho hasta ahora. Le gusto, lo sé, y me pongo alerta.
    
    —Dime tu nombre —insiste.
    
    —No te lo voy a decir, ni mi cargo, ni dónde trabajo. No quiero que me busques entre tus empleadas. Ya estoy casada una vez.
    
    Asiente y mete la primera marcha.
    
    Mario se desgañita por el pinganillo. El juego ha dejado de tener gracia y se asusta.
    
    — · —
    
    Coloco el bolso buscando el ángulo perfecto. Dentro está camuflado mi móvil en modo videollamada. Mario, al otro lado, debe estar cardiaco. Hace rato que no oigo sus órdenes, desde que me lo he sacado del oído.
    
    Me siento en la cama esperando que entre Gustavo. No es un hotel cualquiera en una zona de extrarradio. Salón, despacho, dos baños y una habitación de princesa de una dictadura.
    
    Me encuentra sin la peluca y en ropa interior. Se apoya en el marco y me admira. Al natural estoy mejor. Contaba con ello.
    
    Se sienta cerca, pero distante, e inicia el cortejo a la manera de un caballero. No ha venido a follar, eso lo hace cualquier perdedor y él, quiere ganarme. Sabe lo que valgo.
    
    Me resisto todo lo que puedo pero, al final, río sincera. Me está ganando y mi trinchera es cada vez más reducida. Mis hijos ya no existen y ya no tengo deudas. Él también ha perdido lo suyo, ahora su familia tiene cara.
    
    —Tus hijas son muy guapas —le digo devolviéndole el móvil—, sobre todo la ...
    ... mayor.
    
    Tiene los ojos de su padre y las tetas de su madre. Mira la pantalla orgulloso antes de apagarla.
    
    —Me odia —confiesa después de un trago a su copa—, igual que mi mujer.
    
    —Será porque te quiere, dentro del matrimonio nada es porque sí.
    
    —Me necesita, como yo a ella.
    
    Se sienta junto a mí y me pasa el pelo por detrás de la oreja. Espera que le bese, y yo que el primer paso lo dé él. Es su guerra, no la mía, pero no la quiero perder. Me habla al oído y su aliento me acaricia tan suavemente que me eriza los pelos de la nuca. Entonces se separa y, después de un sorbo, sonríe de medio lado, ha descubierto que jugamos a lo mismo. Yo también sonrío, me estoy haciendo de rogar, pero si me sigue mirando así, no va a necesitar rezar mucho más.
    
    Por fin se lanza. Va sobre seguro, pero sus labios no tocan los míos. Me giro en el último momento, haciendo que se choque contra mi mejilla. Yo beso la suya y contraataco con su mismo juego: comisura, cuello, lóbulo… gemido.
    
    Vuelve a intentar besarme y, de nuevo, no encuentra lo que busca.
    
    —Los besos son solo para mi marido —susurro en su oído.
    
    Le enseño el anillo, los dos, el de mi suegro también. Brilla más que el de casada, demasiado quizás, y levanta una ceja.
    
    —¿Y chupar, puedes? —pregunta descarado.
    
    —¿Como una niñita buena? Claro, de eso sé un montón. Mi padre era putero, de los que busca en casa lo que no encuentra fuera. Hice horas extras antes de empezar a cotizar.
    
    Sonríe, no me cree, pero le gusta ...
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