El morbo de lo incorrecto: Mis fantasías tuyas
Fecha: 11/05/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: aSeneka, Fuente: TodoRelatos
... que ponerse el mío y, aviso, es de los muy sexys.
Caminamos los cuatro hacia las toallas. Aunque cogida de mi brazo, Loli me quiere matar, se le mete por el culo y deja mucho al aire. Ya se lo dije, era sexy.
Su marido, con la polla a reventar, camina por detrás con la vista fija bajo la cintura de cada una. Mario, junto a mí, aguanta la risa sorprendido por mi maldad. Cada día me quiere más.
Pese al apuro, Loli no se quita mi bikini durante el resto de la tarde. Normal, es mío y todo lo que viene de mí le gusta. Además, empieza a disfrutar sintiéndose vulnerable, paseando por el margen exterior de su zona de confort.
Le guiño un ojo al despedirnos y ella me sonríe. Las dos sabemos que esta noche van a follar conmigo de nuevo. Siento calor porque, en esta ocasión, he preparado el terreno para que disfrute tanto como su marido o más, tiene el consolador que le di.
Le dije la verdad sobre su origen, pero que se lo robé a mi madre. Esta noche, en su cama, Roberto me follará a mí, pero a ella se lo hará a mi padre. Un secreto nuestro, de nosotras dos, y me ha prometido que se lo va a hacer lubricar con saliva.
Mario llega al dormitorio muy tarde. Ha estado adelantando trabajo y no tiene ganas de fiesta. Se desviste en su lado de la cama cuando, por fin, llega la foto que estaba esperando.
El mismo selfie que le envié a mi padre la noche de mi boda, solo que, en esta ocasión, son Loli y Roberto los que aparecen posando con su consolador. No me resisto a ...
... reenviarsela a su legítimo dueño. «Se la he prestado a tu consuegra, y te aviso, sabe de qué polla sale el molde».
Apago el móvil y me echo sobre Mario. Si quiere dormir, lo va a tener que sudar.
— · —
—Ay, Eva, cariño, no lo veo.
—Venga, Loli, confía en mí. Si sabes que te gusta todo lo que hago.
—Pero, una nudista… no sé yo…
Estamos en La Salvaje, y la he convencido para ir las dos solas. Consigo sacarla del coche a cambio de mil promesas que no voy a cumplir, y ya está totalmente colorada cuando extendemos las toallas.
—Y ahora, esto fuera.
Ella tarda en imitarme y, cuando lo hace, no se mueve de su toalla, tostándose bocabajo hasta que le arde la piel. Lo máximo que hace es dar un rápido paseo hasta el agua para refrescarse y volver.
En el coche, ya de retorno, no para de reír y me promete que un día, ya si eso, volveremos a repetir. Sé que no va a volver aunque le haya gustado más de lo que cree.
Pasamos por mi casa a ducharnos antes de llevarla a la suya y, cuando se mete en el baño, le quito las prendas de recambio que había dejado sobre la balda.
—¿Y mi ropa? —dice asomando la cabeza al salir.
—Si no lo haces con gente, lo harás conmigo a solas. —Yo también estoy sin nada.
Se tapa la cara y partimos a reír. Me dice que estoy loca, pero se deja llevar de la mano a la terraza donde he dejado las toallas. Nos tumbamos, alegres, risueñas. El sol baña nuestros cuerpos al completo. Hay vecinos, pero son pocos y están lejos. Hacen las veces ...