1. Sumisa infiel y marido cornudo


    Fecha: 06/07/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Autor: sumisabondage, Fuente: CuentoRelatos

    ... baba que se había formado sobre la mesa.
    
    Fueron cinco o diez minutos celestiales, o quince, no lo sé, porque no tenía reloj, y tampoco me importaba. Al final se corrió, y los orgasmos han de ser contagiosos, porque al mismo tiempo yo también me corrí. Entonces se apartó, y aún yo jadeando y suspirando por la respiración acelerada de la excitación noté una fusta azotar mi nalga diestra.
    
    “¿qué se dice, sumisa?” – me ordenó, y yo al instante, lo mejor que pude, dije “fffafafiiias fmfeoorrr” – que significa “gracias señor” estando amordazada.
    
    Azotó un segundo, y al decir el mismo “gracias, señor” me dijo que no me entendía, que no vocalizaba bien, que debía de aprender a vocalizar, y en cada azote yo intentaba decir “gracias, señor” con mayor claridad pero era imposible. El culo me ardía cuando volvió a meter un vibrador, y a la vez que lo agitó adelante y atrás volvió a imprimir otra tanda de azotes en mi culo que debía de estar de rojo brillante. Debió de ser unos veinte cuando se detuvo.
    
    Liberó mi cuello de la mesa y me quitó la mordaza cuando recuperé la verticalidad.
    
    “Eres una guarra viciosa, ¿verdad que sí?” – me dijo.
    
    “Sí, señor” – respondí.
    
    “Dilo. Di que eres una guarra viciosa. Que te oiga tu novio” – y bien alto lo repetí.
    
    “Sí, señor, soy una guarra viciosa, señor” – dije sumisa, y entonces me dijo que tenía algo para enseñarme.
    
    Me quitó la venda, y vi nítida la imagen de mi novio contra la pared, desnudo, con sus ojos vendados agachados ...
    ... mirando al suelo, y la polla tiesa a reventar, que casi daba contra la pared. Se había excitado muchísimo oyéndome.
    
    “Mira cómo has dejado la mesa de baba” – me amonestó, y yo, ya disciplinada y sumisa, dije “perdón, señor”.
    
    Entonces me dijo que lo iba a limpiar. Me quitó las pinzas de los pezones, después todas las esposas, me entregó el juego de muñecas con la llave, y me ordenó que se las pusiera a mi novio. Sin pensármelo, fui rápida hasta él, cogí sus brazos con decisión y firmeza, y cumpliendo sus órdenes cerré las esposas en las muñecas de mi novio atadas a la espalda.
    
    Ya atado, me dio las pinzas.
    
    “Pónselas” – me ordenó, y rauda le puse encantada las pinzas en los pezones, apretadas de tal modo que debió de dolerle, pues al colocarlas hizo un gesto de doblar el torso, y eso curiosamente me encantó mucho más.
    
    “Ahora azótalo, que sepa lo que vas a sentir cada día” – y queriendo que mi novio sintiera el mismo ardor que yo notaba tomé la fusta, en silencio, sin hablar, y el repertorio de azotes que le di le dejaron el culo que el rojo del tomate es pálido comparado con su culo.
    
    Curiosamente no dijo nada, no habló, no comentó, sólo emitía resoplidos y sonidos guturales y nasales que reprimía en cada azote. Le arreé hasta treinta, y allí el economista me ordenó parar. Tenía el culo que se notaba la temperatura caliente sólo acercando la mano a la piel.
    
    “Ponle esto a tu cornudo”.
    
    El juguete que me dio me pareció una idea maravillosa, que yo lo había pensado ...
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