1. Amor familiar (capitulo 2)


    Fecha: 06/07/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Incesto Autor: cleversex, Fuente: SexoSinTabues30

    ... quedado dormida. Mientras saboreaba mi bebida la observaba detenidamente: la espalda, el trasero, los pies. Un sentimiento de profundo amor confirmó lo que ya ha quedado claro que siento por ella.
    
    Decidí que me la tenía que follar otra vez y después de una hora de descansar en la que estuve trasteando con el móvil mientras apuraba el whisky. Después me levanté y cogiéndola en brazos regresé al sillón sentándola en mi regazo. Iba a hacer dos cosas que me ponían cómo una moto. La primera fue morrearla y cómo esperaba a los pocos segundos ya la tenía dura. Cuándo me cansé de hacerlo, la puse bocabajo y después de acariciarla el trasero empecé a darla azotes en tandas de veinte: notaba que la dolía, pero que la gustaba. Entre tanda y tanda la metía el vibrador y la follaba con el pero sin dejarla correrse. Cuándo paré, el culo lo tenía muy rojo y al pasar las uñas de los dedos dejaban líneas blancas en su piel. La desaté los tobillos y la puse a horcajadas sobre mi polla y la penetré. Automáticamente empezó a culear cada vez más frenética mientras poco a poco la iba entrando más en el interior. Con el tiempo, me dí cuenta de que la postura del misionero y esta son las que más me gustan. La primera por cuestión de dominio y esta porque la tengo totalmente accesible. Puedo acariciarla el torso, la espalda, el trasero, las piernas, los pies. Veo cómo se esfuerza, cómo suda, cómo goza y cómo se contrae con los orgasmos. Por cierto, una de las cosas que quería descubrir es si es ...
    ... multiorgásmica y definitivamente cómo suponía, lo es.
    
    Con cierto trabajo me corrí, no en vano ya lo había hecho varias veces en el día. Cuándo se tranquilizó la pregunté que si tenía hambre y me dijo que si. La puse de pie, la até una cuerda al cuello y con las manos a la espalda, no la había desatado, tiré de ella con suavidad y bajamos a la cocina.
    
    —¿Qué quieres? —la pregunté.
    
    —Solo algo de fruta: hay un par de manzanas en mi mochila.
    
    Las cogí y me senté a la mesa de la cocina. Senté a Marina en mis piernas y empecé a pelar la manzana y a darla trocitos. Mientras comía la olisqueaba cómo un perrillo y ella se sentía complacida. No me cansaré nunca de decirlo: que bien huele. Entre trozo y trozo de manzana la sobeteaba el trasero, los exiguos pechos, las piernas, y nuevamente tuve una erección.
    
    Cuándo terminó bebió de mi vaso de vino y luego subimos a la habitación.
    
    —Quiero darme una ducha, —me dijo y la quité la cuerda del cuello y la desaté las manos. Entró al baño y después de hacer sus cosas se metió en la ducha. Cuándo salió entré yo y también me dí una ducha.
    
    Cuándo salí, Marina estaba sobre la cama y se había quedado dormida. Me acerqué a ella y la miré con ternura. La levanté un poco para abrir la cama y después la arropé después de tumbarme a su lado. La abracé y mientras observaba su maravilloso rostro de quinceañera me dormí también.
    
    La mañana se despertó radiante y decidí que sería buena idea salir a pasear por el campo: así ensuciábamos un ...