El sexo en el Amazonas
Fecha: 19/07/2025,
Categorías:
Incesto
Sexo con Maduras
Autor: Veronicca, Fuente: SexoSinTabues30
... distinto, era más parecido a las ciudades a las que estamos acostumbrados, con muchos bares y lugares de ocio para el divertimento de los que tenían que vivir allí largas temporadas.
Mis compañeros me llevaron a un sitio de esos, que en realidad era una especie de prostíbulo, con muchas mujeres a nuestro alrededor, a la mayoría se las veía de raza indígena, pero también las había con otros rasgos, seguramente llevadas allí a la vista del negocio y del dinero que corría por la zona.
A mí no me apetecía mucho pagar a ninguna de estas mujeres, porque estaba un poco saturado de sexo, después de haber estado haciéndolo gratis todas las noches, cuando un compañero me dijo:
— ¿No te apetece ninguna?
Ante mi negativa, él me dijo:
— ¡Ah!, ya sé lo que te pasa. Que en la selva te has acostumbrado ya a las niñitas que te follarías allí.
Al notar él que me quedaba un poco avergonzado, continuó:
— No te preocupes, hombre, si todos lo hacemos. Lo que pasa que a ellas no las dejan entrar en estos locales, pero si quieres follártelas, las tienes por la calle, te las facilitan o se ofrecen ellas mismas.
Yo seguía sintiéndome incómodo teniendo que reconocer como habían cambiado mis gustos sexuales y prefería dejar el tema a un lado, pero mi compañero, que llevaba tiempo allí, sabía perfectamente lo que me pasaba e insistió:
— Vámonos de aquí, buscaremos algo que te guste más.
Cuando salimos de allí, estuvo hablando con un hombre y luego me dijo:
— Ven, ...
... acompáñame, tengo una sorpresa para ti.
Salimos de la calle principal y nos dirigimos a una de las últimas casas de un callejón. Mi acompañante llamó a la puerta y nos abrió una mujer que nos mandó pasar hasta una sala donde estaban dos niñas adolescentes, una mayor que otra. Supuse que eran hermanas y que podrían ser hijas de la señora, pero preferí no preguntar.
Mi compañero me preguntó cuál me gustaba más y no supe que responderle, porque las dos eran preciosas, de aspecto trigueño, más blanquitas que las que había visto por allí hasta ahora, siendo como cualquier niña de las que andan por las calles de mi ciudad.
Aunque en ese momento me sentía realmente excitado, no supe que responderle y ante mi duda él me dijo:
— Bueno, yo me quedo con la mayor, que me gustan más tetudas y para ti la pequeña ¿qué te parece?
Yo le mostré mi acuerdo y al ver la señora que ya nos habíamos decidido, nos dijo el precio que teníamos que pagar. Yo no tenía ni idea de lo que podría costar follarse a una criatura de estas, así que me pareció bien. Mi empresa me había pagado bastante por haberme desplazado hasta allí y no tenía problema de dinero, así que lo único que deseaba en ese momento era estar en la intimidad con esa belleza que me ofrecían.
La señora nos indicó una habitación a cada uno y entré con la que había elegido. Yo estaba un poco nervioso, porque esa niña era lo más parecido a las que yo estaba acostumbrado a ver dónde yo vivía, e incluso me recordaba a mi propia hija, ...