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Mis dos madres
Fecha: 26/08/2025, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... disparadas y con todo eso en casa yo me excitaba con ellas. Fantaseaba con ellas y andaba siempre con la polla en la mano como un mono. Vale, ya se que soy un pervertido. Tontas no son, así que cuando me veían con la polla dura por casa sabían que era por ellas. Pero de ahí a plantearse hacer algo conmigo iba un mundo. O al menos supongo que no se lo plantearon nunca mientras yo era menor. Pero después de mi décimo octavo cumpleaños empezaron a mirar mi cuerpo delgado, cuidado, fibrado, con algo más de interés. Habían descubierto que en casa había una tercera persona con un sexo interesante. Desde luego ellas sabían de mis aventuras. Teníamos mucha confianza y habíamos tenido largas charlas sobre sexo. Todo teórico hasta que yo empecé a practicar. Me habían instruido para que supiera dar placer a mis parejas y que no dejara embarazada a ninguna chica, como les había pasado a ellas, y todo sobre la protección. Todo de forma teórica claro. Tenía pocos secretos que ellas no conocieran. Así que estaba claro que no me iban a desvirgar. Pero de las fantasías y deseos a llegar a follar hay un mundo. Todos tienen morbos, pero al final casi nadie los lleva a la práctica. Aún así las miradas, los roces, las muestras de cariño se fueron intensificando según la primavera y el verano hacían que aligeráramos lo que nos cubría. Nunca he llegado a saber lo que hablaron entre ellas, pero tal y como las conocía seguro que se lo plantearon y llegaron a algún tipo de ...
... acuerdo. En algún momento me di cuenta de que sus tetas, las cuatro hermosas y duras peras estaban siempre en el camino de mi torso cuando estaba de pie. Si estaba sentado la cosa era aún mejor me las pasaban por la cara y siempre con los pezones duros. O eran sus nalgas las que rozaban mi nariz y eso cuando solo llevaban un tanga era algo difícil de soportar para un saco de hormonas. Lo hacían todo como en un descuido, como si no lo hicieran adrede, pero eso fue solo el principio. Unos días después lo que se interponía en mi camino eran sus perfectos culos. Las nalgas de una o de otra parecía que siempre estaban donde yo iba a poner mi cadera y a esas alturas ya mi polla bien dura. Al principio intentaba hacer como que no pasaba nada o incluso les pedía perdón por esos roces que yo no buscaba, todavía. Pero visto que la cosa se volvía bastante descarada dejé de evitar los encuentros y poco más tarde era yo quien los provocaba. No diré que nunca le había tocado el culo o una teta a alguna de ellas, puede que jugando hacía años y desde luego en la playa o la piscina me deleitaba esparciendo crema por sus dos suaves pieles. Pero por supuesto todo eso siempre había sido mucho más inocente que todo lo que estaba pasando ahora. Las deseaba y aunque en ese momento todavía no lo sabía ellas también me tenían ganas a mí. Ahora había que ver quién daría el primer paso. Marta llevaba unos días muy mimosa. Tampoco me extrañaba, de vez en cuando le daban esos arrebatos. Yo lo ...