Umbral III – El Cuerpo Vacío
Fecha: 25/09/2025,
Categorías:
Dominación / BDSM,
Autor: GRQ, Fuente: TodoRelatos
... seguía abierta sobre sus hombros, deslizándose lentamente hacia un lado. El conjunto negro le abrazaba el cuerpo como una promesa silenciosa.
Sofía se sentó en el suelo. Frente al sobre.
Lo miró como si fuera un altar.
Bruno no había escrito nada desde el mensaje de esa tarde. No había preguntado si alguien había venido. Pero ella sabía que lo sabía. Siempre lo sabía.
Y quizás por eso, el sobre aún seguía cerrado.
Hasta ahora.
Sofía lo tomó con ambas manos.
Lo acercó al pecho.
Inspiró.
Y lo abrió.
Dentro, una hoja de papel doblada en tres. De textura gruesa. De esas que crujen cuando se despliegan. No era una carta. No era una orden común.
Era un ritual.
En la parte superior, Bruno había escrito en mayúsculas:
SOBRE TU OBEDIENCIA (NO NECESITO TOCARTE PARA POSEERTE)
Debajo, un párrafo:
Hoy abriste esto no porque yo te lo dijera, sino porque estabas lista. No rompiste el sobre con deseo. Lo abriste con certeza. Y eso significa que ya no necesitas señales para saber quién eres.
A partir de ahora, cuando recibas una caja, una palabra o un silencio… No lo vivirás como orden. Lo vivirás como continuación.
Has pasado de responder… A pertenecer.
Sofía tragó saliva. Sentía la tinta como si estuviera escrita en su piel.
En la parte inferior del papel, en letra más pequeña:
Ahora, desnúdate del todo. Coloca el conjunto negro doblado sobre la mesa, encima de este papel. Dúchate. Agua tibia. Y duerme sin ropa. Sin hablar. Sin ...
... pensar.
Mañana a las 7:00 en punto recibirás una orden nueva. Pero solo si puedes decir, al despertar: “Fui suya… incluso dormida.”
06:58
Sofía estaba despierta.
No había dormido del todo. El cuerpo no se lo permitió. La piel rozaba las sábanas como si fueran dedos. El silencio de la habitación era un eco del papel de Bruno. Y en su mente, una frase repetida una y otra vez, como un mantra:
“Fui suya… incluso dormida.”
A las 7:00 en punto, el móvil vibró.
Mensaje de Bruno.
Una línea:
«Hoy no te tocarás. No me verás. No me hablarás. Solo escribirás. Tres veces, a mano, durante el día: ‘Me pertenezco menos que ayer’. Cada vez, en un papel distinto. Cada vez, en un lugar distinto de tu cuerpo.»
Sofía cerró los ojos.
Y sonrió.
Porque entendía. Esto ya no era castigo. No era privación. Era refinamiento. Ahora su obediencia no necesitaba contacto. Ni presencia. Ni voz.
Solo recuerdo.
Se levantó. El cuerpo desnudo. Las marcas del conjunto negro aún dibujadas en la cintura. Fue a la cocina. Bebió un vaso de agua. Luego, al escritorio. Tomó una hoja pequeña.
Escribió: Me pertenezco menos que ayer.
La recortó. Dobló el papel.
Lo deslizó bajo el tirante de su sujetador, al vestirse. Justo sobre el corazón.
Primera entrega.
Al mediodía, en el baño del conservatorio, volvió a hacerlo.
Nueva hoja. Misma frase.
La dobló con precisión.
Y la escondió bajo la goma de la braguita, entre el muslo y la cadera. Justo encima del lugar ...