1. Ayuda entre hermanas (7)


    Fecha: 25/09/2025, Categorías: Incesto Autor: PerseoRelatos, Fuente: TodoRelatos

    Desperté.
    
    Me sobresaltó el ruido de la alarma del teléfono de Diana—que, por alguna razón, siempre sonaba a la misma hora y siempre era ignorado. Por un momento no supe dónde estaba. Mis ojos encontraron el techo de la habitación de mi hermana, y luego la pared, y luego, con un súbito escalofrío, la curva blanca del brazo de Diana enrollado sobre mi cintura.
    
    No traía nada puesto.
    
    Ni ella. Ni yo.
    
    Tardé un par de segundos en recordar por qué. El recuerdo me golpeó en flashes: la mano de Diana, el sabor de su piel, el calor bajo las cobijas, mi propio cuerpo sacudiéndose de placer, los dos cuerpos entrelazados en sudor y sueño. Sentí una mezcla de vértigo, pudor y culpa. Quise moverme sin despertarla, pero Diana abrió los ojos de inmediato.
    
    —¿Ya te quieres escapar? —preguntó, medio dormida todavía, su voz ronca y amable.
    
    —Tengo frío —mentí.
    
    Sí habían pasado cosas antes, cosas que no se supone que pasen entre hermanas, mucho menos entre hermanas que apenas si se llevan bien. Bueno, no, entre ningún tipo de hermanas, jamás nunca bajo ninguna circunstancia. Pero… despertar a su lado, pasar la noche juntas. Era incluso peor que habernos masturbado, besado…
    
    Diana no dijo nada, solo me apretó contra sí y suspiró, hundiendo su nariz en mi cuello como si me oliera para asegurarse de que era real.
    
    Después de unos segundos, se apartó. Los dos cuerpos se desenredaron, y me sentí repentinamente sola aunque apenas la distancia fuera de centímetros. Vi mi ropa en ...
    ... el suelo, hecha una pelota absurda junto a la tanga de Diana y un par de calcetines desparejados. Me puse de pie y me vestí lo más rápido que pude.
    
    El aire olía a humedad, a sexo… Sí, a sexo. Aunque eso no había pasado, de ninguna manera.
    
    Intenté no mirar a mi hermana, pero era imposible. Ella seguía acostada, con las sábanas apenas cubriendo las caderas, y me observaba en silencio. Su cara era una mezcla rara de ternura y algo que parecía respeto. No supe qué hacer con esa mirada, así que me puse la camiseta al revés y salí del cuarto antes de que el silencio se hiciera demasiado pesado para sobrevivirlo.
    
    Caminé hasta mi habitación. Casi corrí. Me encerré con seguro, aunque eso nunca había sido necesario en nuestra casa. Me dejé caer sobre la cama, todavía temblando, y enterré la cara en la almohada, donde me esperaba un olor más neutro: a detergente, a papel, a mí misma.
    
    Sin embargo, no estaba traumatizada, como quizá debía estar. No me sentía culpable, ni rara, ni sucia… bueno sucia un poquito sí. Sobre todo pegajosa de algunas partes del cuerpo.
    
    Miré el reloj: apenas eran las siete de la mañana. Tenía tiempo de sobra.
    
    Me metí a bañar, desayuné sola y me marché a la uni.
    
    Las cosas volvieron a la normalidad. O a lo que era normal después de todo lo que había pasado.
    
    Mi mamá impuso un límite: sólo habría "lección sexual" una vez por semana. No porque se escandalizara, sino porque la vida era corta y había que hacer espacio para otras actividades (como ...
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