Ayuda entre hermanas (7) - Relatos Eróticos

Ayuda entre hermanas (7)

... cuentas poco importaba. Papá me vio entrar a mi cuarto en ropa interior pero no dijo nada.

Las fotos, por cierto, no pensaba borrarlas.

Pasaron varios. Las clase de esa semana con mamá fue más que soporífera, nos habló de los métodos anticonceptivos y blablablá, supongo que quería dar marcha atrás después de lo calientes que habían sido sus otras clases y planeaba aburrirnos hasta que desistiéramos de la idea.

Por mí estaba bien.

Fue un miércoles. El clima era tan gris que hasta el cielo parecía no querer mirar lo que estaba por suceder.

Estaba en mi cuarto, laptop abierta, copiando los apuntes a limpio para enviárselos a Gerardo, si de casualidad los quería. Tenía la tarea lista, el chat abierto, el mensaje escrito: "Aquí va el resumen, avísame si no entiendes algo." Solo faltaba adjuntar la foto. Foto que estaba tomando en ese momento y que estaba en proceso de adjuntar

—Enana, ¿te quedaste mi cargador? — escuché la voz al tiempo que ALGUIEN se inmiscuía en mi guarida.

Con pánico, guardé el celular entre mis piernas.

—¿No te dije que te iba a matar si volvías a meterte así?

—Vale, vale, pero entonces, ¿lo tienes tú? — repitió.

—Coño, no, ¿por qué lo tendría yo? Literalmente yo tengo 3 para evitar este tipo de situaciones…

—Vale, si lo ves me avisas —dijo cerrando la puerta. A veces esa tipa tenía la capacidad de hacerme perder el temple en un segundo.

Volvía abrir la conversación y… oh.

Un primerísimo plano de mis nalgas devorando la ...

... no tan anticuada, no tan sexy, pero en este contexto bastante provocativa ropa interior. Y lo peor es que era claro que era yo.

Bueno, que peor habría sido mandar fotos de alguien más, ¿no?

—No, no, no, no, no… —el pánico se aprovechó de mí.

Mis manos comenzaron a sudar a mares.

Me sentí desfallecer. El corazón me latía en las sienes. Quise apagar el teléfono, o mejor, huir del país. Quemarme las huella digitales con gasolina y empezar una nueva vida en Uruguay. Correr. Desaparecer.

En ese preciso instante, la puerta de mi cuarto se abrió de golpe.

—¿Qué pasó, Lola? —dijo Diana, asomando la cabeza.

—VETE A LA MIERDA, DIANA, ES TU CULPA —grité.

Ella avanzó, se sentó en la cama y cruzó los brazos.

—¿Qué hice ahora?

¿Ubican cuando Homelander parte en dos a un pobre diablo por haberle lanzado un licuado a su hijo? Dios, cómo envidié ese poder en este momento.

—Le mandé a Gerardo una de las fotos que me tomaste —dije, sintiendo que la frase me arrancaba el alma por la boca.

Por primera vez en su vida, Diana se quedó sin palabras. Luego, la sonrisa le volvió al rostro, aunque intentó disimularla.

—¿Cuál foto?

—¡UNA EN LA QUE SALGO EN CALZONES, DIANA! ¡MI CULO OCUPA MEDIA PANTALLA!

Diana se cubrió la boca, como si al tapársela pudiera evitar la carcajada, pero la carcajada igual llegó. Y fue una carcajada completa, de esas que le hacen llorar los ojos.

Yo quería morirme.

—No me lo creo —dijo, entre risas—. ¿Qué te contestó?

—No he ...