1. ¡La Concha de mi Hermana! [08]


    Fecha: 27/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Nokomi, Fuente: TodoRelatos

    ... presionando firmemente contra la punta de mi miembro. La habitación comenzó a girar, ya fuera por la cerveza o por el calor abrasador que sentía. El latido en mis sienes era insistente, un tambor primitivo que marcaba el ritmo de mi deseo. El aroma entre las piernas de Paula era una mezcla embriagadora de dulce y salado, fuerte y acogedor, como un refugio secreto donde uno quisiera perderse para siempre. Ella me miraba con una expresión abierta, sin rastro de miedo o juicio. Su vagina era una obra de arte, con labios perfectamente definidos y un suave colchón de vello púbico que invitaba a la exploración.
    
    —Lo primero —dijo Katia, su voz como un susurro seductor— es que no te apures. Ni un poquito.
    
    Me incliné, mis labios rozando apenas la parte interna del muslo de Paula. Sentí un ligero temblor recorrer su piel, una respuesta sutil pero eléctrica a mi toque.
    
    —Bien —murmuró Katia—. Ahora un poco más arriba. Besá. No lamas todavía. Solo besá. Como si besaras su boca.
    
    Lo hice. Un beso suave. Otro. Mis labios tocando la piel caliente. El vello apenas perceptible bajo mi boca. Lamí entre los labios de su concha. Paula suspiró, arqueando apenas la espalda.
    
    —Ahora pasá la lengua por encima, sin presionar. Solo la superficie. Sentí la forma.
    
    Lo hice. Sentí el sabor. No era como lo recordaba. Era mejor. Más humano. Más intenso. Paula se tensó, y luego se relajó. Un gemido leve.
    
    —Bien —dijo Katia, su voz más baja ahora—. No te vayas a lo obvio. Ignorá el ...
    ... clítoris un poco. Rodealo. Jugá con los labios. Acariciá. Descubrila.
    
    Yo exploraba. Cada movimiento una lección. Mi verga rozaba las nalgas de Katia, ella se movió apenas un poco. Mi miembro se quedó reposando, erecto, apuntando hacia abajo, justo entre sus nalgas.
    
    Paula jadeaba con más fuerza. Sus piernas se abrían más, se cerraban con pequeños espasmos. Las manos se aferraban a las sábanas. Y Katia, paciente, comentaba cada sonido, cada reacción:
    
    —¿Escuchás ese gemido? Eso es porque hiciste bien la presión. Ahora probá succionar. Suave. Solo un poco.
    
    Paula se mordió el labio inferior, sus dientes hundiéndose suavemente en la carne rosada. Sus caderas se movieron hacia mí, como una invitación silenciosa. Yo continué, ya sin pensar, dejándome llevar únicamente por el tacto y la sensación.
    
    —Ahora sí, toca el clítoris. Apenas con la lengua. Dibuja círculos pequeños. Siente cómo se pone más duro, más sensible... —La voz de Katia era un susurro ronco, cargado de deseo.
    
    Katia lamió la concha de Paula, mostrándome exactamente cómo debía hacerlo. Su lengua era curiosa, veloz, moviéndose con una precisión que denotaba experiencia. No dudaba, no titubeaba.
    
    La imité, dejando que mi lengua siguiera el mismo ritmo. Paula gritó, un sonido ahogado que escapó de su garganta. Su cuerpo se arqueó de golpe, como si una corriente eléctrica la hubiera atravesado. Sus manos ahora estaban en mi cabeza, guiándome con firmeza.
    
    —Así. Bien —susurró Katia, casi orgullosa—. Mantené el ...