¡La Concha de mi Hermana! [08]
Fecha: 27/09/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Nokomi, Fuente: TodoRelatos
... ritmo. No cambies. Ya está cerca.
Y lo estaba. Podía sentirlo. El temblor que recorría su cuerpo, la humedad que se intensificaba, el olor más profundo y primitivo. Las contracciones que hacían que todo su cuerpo palpitara bajo mi boca, como si cada fibra de su ser estuviera respondiendo a mi tacto.
Y de pronto, Paula acabó. Fuerte. Un gemido alto, roto, escapó de sus labios. Su cuerpo se sacudió, las piernas cerrándose contra mi cabeza, sus manos agarrando mis hombros con desesperación, respirando como si hubiera corrido un kilómetro.
Me quedé ahí, con la boca húmeda, el pulso acelerado, y Katia a mi lado, riendo bajito, su risa un sonido suave y melodioso.
—Nada mal, Abel —dijo, sus ojos brillando con aprobación—. Sos aplicadito cuando te ponés.
Paula seguía temblando, sus dedos frotaban su clítoris. Y yo... yo no sabía si agradecer, pedir perdón o quedarme para siempre ahí, mirándola.
Aprendí.
Creo que ya no podré volver a mirar a Katia igual.
Paula se estaba atando la vincha. Lo hacía de espaldas a mí, todavía junto a la cama, frente al espejo empotrado en la puerta del ropero. Su camiseta blanca había vuelto a su sitio, aunque todavía dejaba entrever el contorno duro de sus pezones. La tanga también estaba de vuelta, como si jamás hubiera sido retirada con dos dedos y deslizada por las piernas como un permiso tácito.
—Bueno, me voy antes de que se ponga más raro —dijo, sonriendo con esa calma felina que parecía no desvanecerse nunca—. ...
... Gracias por la cerveza. Y por... todo lo demás.
No supe qué decir. Katia, en cambio, asintió con una sonrisa tibia, los brazos abrazando sus rodillas, el cuerpo aún desnudo pero cubierto por el cobertor, como si recién ahora sintiera el aire fresco de la noche.
—Sos una reina, Pau —le dijo, y Paula le tiró un beso al aire.
Me siguió hasta la puerta del departamento. Al abrirla, el pasillo nos envolvió con su silencio de madrugada. Paula se giró para mirarme de frente. Su rostro estaba sereno, satisfecho, pero con algo más. Una chispa que no alcanzaba a apagarse.
—Nos vemos, Abel.
—Sí. Descansá.
Cerré. El click de la cerradura resonó más de la cuenta. Me apoyé contra la puerta por un instante, respirando hondo. Volví al cuarto. Katia seguía en la misma posición, los ojos fijos en la pared, pero apenas crucé el umbral, habló:
—Hay algo raro en esa chica.
La miré.
—¿Raro cómo? —Pregunté, guardándome mis sospechas. Quería saber qué opinaba Katia.
Se encogió de hombros. La sábana bajó un poco, dejándole un pecho expuesto, pero ella no lo notó. O no le importó.
—No sé. Su forma de comportarse. Como si todo le resbalara. Como si pudiera chuparme la concha hasta hacerme acabar… y después hablar del clima como si nada. Y lo tuyo... lo nuestro...
La miré con una ceja levantada.
—¿Lo mío?
—Bueno, sí. Vos también fuiste parte de todo eso. Pero digo... no entiendo por qué siempre anda en ropa interior cuando vos estás cerca. No me digas que no lo ...