1. ¡La Concha de mi Hermana! [08]


    Fecha: 27/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Nokomi, Fuente: TodoRelatos

    ... que se te ocurrió?
    
    —Está bien. Ya no puedo hacer nada para cambiarlo.
    
    El celular volvió a sonar.
    
    —¡Uy, mirá! —me mostró la pantalla.
    
    Una foto de la concha de Marcela, toda abierta y chorreando semen. Y abajo decía: “Y no fue mi marido”.
    
    Ok, lo reconozco. Eso sí me dio morbo.
    
    Se me puso gorda la chota. Con el perdón de Neruda.
    
    Mi celular volvió a mi mano. Ella me miró con una sonrisa entre cómplice y maliciosa. Como si acabáramos de firmar un pacto no del todo legal.
    
    —Gracias —murmuré, bajando la vista a la pantalla. —De nada. Me encanta asesorar a socios con tanto potencial. Vos y Cristian hacen un gran equipo. Suspiré, sin levantar la cabeza. —No hacía falta que lo dijeras así. Se rió. Esa risa que te deja desarmado, entre la vergüenza y la sospecha de que, en el fondo, te quiere un poco.
    
    Luego volvió a girarse hacia el televisor, como si no acabara de empujarme con suavidad por un barranco.
    
    —Mirá esto —dijo, señalando la pantalla justo cuando un jugador giraba sobre sí mismo para lanzar el balón hacia el aro—. Esta jugada es clave. El pick and roll que le hacen acá es de manual.
    
    Miré. Intenté prestar atención. De verdad.
    
    Pero la pelota se convirtió en una esfera borrosa. Los jugadores eran manchas móviles. Los sonidos del partido se desvanecían detrás del zumbido eléctrico que se había encendido en mi cabeza desde que vi esa foto, desde que Katia escribió ese mensaje en mi nombre, desde que su pierna siguió tocando la mía como si no ...
    ... pasara nada.
    
    No entendí nada de la jugada.
    
    * * *
    
    Abrí la puerta y lo primero que me golpeó fue el olor: una mezcla entre shampoo frutal, ropa usada, perfume dulce y algo más, algo corporal, tibio, un aroma que me recordaba que Katia dormía ahí, vivía ahí. Que ese espacio era ahora su territorio.
    
    La alfombra, antes perfectamente peinada, tenía zonas donde se notaba el tránsito de pies descalzos. Ropa colgando del respaldo de la silla, un corpiño violeta colapsado sobre la lámpara de noche como una mariposa muerta. La mesita del costado tenía un desodorante, un delineador, un rollo de papel higiénico, un pote de crema abierta, y un paquete de galletitas empezado. En el piso había una media, un cargador de celular, y... ¿una bombacha? Sí. Una bombacha celeste hecha un ovillo entre los pies de la cama.
    
    Y arriba de la cama… el dildo.
    
    Mi regalo. Bueno, no mío en realidad. Era de Regina. Cuando nos separamos quedó en una caja con otras cosas. Desde que se lo dí a Katia, el dildo pasó a formar parte del paisaje. Como un trofeo en un altar caótico. Estaba ahí ahora, sobre el cubrecama, apuntando hacia la almohada como si tuviera intenciones propias.
    
    Y junto a ese trofeo fálico, como una diosa griega demasiado casual, Katia estaba ahí, completamente desnuda, las piernas abiertas como quien no tiene nada que esconder. El cabello oscuro desordenado como si acabara de pelear con una sábana, los labios entreabiertos, no por seducción, sino por una mezcla de incomodidad y ...
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