1. ¡La Concha de mi Hermana! [08]


    Fecha: 27/09/2025, Categorías: Incesto Autor: Nokomi, Fuente: TodoRelatos

    ... resignación.
    
    —¿Por qué me llamaste? —pregunté, tratando de que mi voz sonara menos tensa, como si no me costara mantener la vista en su cara y no en el desastre visual que se extendía más abajo.
    
    Ella no respondió enseguida. Se removió un poco, tragó saliva.
    
    —Em… tengo un problema.
    
    —¿Qué pasó?
    
    —Nada grave… pero necesito ayuda con algo.
    
    Puso una mano entre sus muslos, sin taparse del todo, como si eso bastara para devolverle algo de pudor.
    
    —A veces, cuando una chica mete algo ahí —dijo, apuntando con un dedo tembloroso hacia su vagina—, puede costar sacarlo y…
    
    Mi mirada se desvió, desesperada por encontrar un punto neutro. Y entonces lo vi. La repisa, mi santuario de orden estético: botellas de vidrio esmerilado, un globo terráqueo en miniatura, un par de figuras talladas en madera… ahora profanada por la presencia insólita de un paquete de tampones, sobresaliendo como un intruso en un museo.
    
    —Ah, no… —negué de inmediato, levantando ambas manos como si fueran un escudo—. No. Te puedo ayudar con un montón de cosas, Katia, pero para estos… problemas femeninos, no cuentes conmigo.
    
    Ella giró los ojos, dejando caer el cuerpo hacia un costado como si toda la tensión se le hubiese aflojado de golpe.
    
    —No es eso —dijo con fastidio, pero sin malicia.
    
    —Tengo una idea. Ya sé quién te puede ayudar con esto. Ya vengo.
    
    —Abel, esperá…
    
    Pero ya estaba cruzando el living como si escapara de una escena de crimen. Ni siquiera quise escuchar una ...
    ... explicación anatómica. El solo imaginar una descripción técnica con palabras como "cuerda" o "deslizar" me provocaba un calambre en la nuca.
    
    Abrí la puerta del departamento, salí al pasillo y crucé los seis pasos hasta el umbral del departamento contiguo. El de Paula.
    
    Respiré hondo. Me pasé una mano por el cabello. Toqué el timbre. Un par de segundos. Tres. Un clic seco. La puerta se abrió. Paula me sonrió. No había rastros de su amiga Celeste. Ni una voz, ni un eco. Gracias al cielo.
    
    Paula siempre me pareció bonita. De esa belleza que no grita, que se te mete bajo la piel sin que te des cuenta. Silenciosa, contenida. Pero esa noche… parecía otra persona. El pelo negro, lacio, cortado justo por encima de los hombros, tenía ese desorden de almohada que a ella, extrañamente, le quedaba bien. O quizás era el calor, que le pegaba un leve brillo a la piel, justo en el hueco del cuello.
    
    La camiseta blanca caía suelta sobre su torso, sin forma, como si la hubiera agarrado a ciegas en la oscuridad. Pero era tan fina que la luz del pasillo atravesaba la tela, delineando con claridad la sombra de sus pezones. No llevaba corpiño. Debajo, una tanga blanca de algodón descansaba sobre sus caderas como una línea de tiza trazada en el lugar justo. El contraste entre la tela y su piel era... incómodo. Incómodo porque obligaba a mirar, aunque no quisiera.
    
    —Abel —dijo, sonriendo. Su voz salía ronca, gastada por el sueño o por el tabaco. O por alguna conversación larga en la cama que no me ...
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