¡La Concha de mi Hermana! [08]
Fecha: 27/09/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Nokomi, Fuente: TodoRelatos
... incluía.
—Perdón por la hora.
—No pasa nada —murmuró, con esa cadencia que parecía siempre un poco más lenta de lo normal, como si saboreara cada palabra antes de decirla—. ¿Todo bien?
—Sí… bueno. Katia tiene… un tema. Femenino. Y pensé que capaz podías ayudarla. Está un poco... incómoda.
—¿Un tema...? —repitió, enarcando una ceja con una sonrisa ladeada, como si le hiciera gracia mi incomodidad. Pero sus ojos ya sabían. Sabían desde que abrí la boca.
—Sí, eso. “Eso”. ¿Podrías ayudarla?
—Ah. —La sonrisa se le estiró un poco más, como si le divirtiera el juego, como si le gustara verme tropezar con cada palabra—. Dale. Me cae bien tu hermana. No soy de las que dejan sola a otra mujer en esas situaciones.
—Gracias. En serio.
No respondió. Asintió apenas, y giró para volver al interior del departamento. Desapareció tras la puerta por unos segundos. Cuando volvió, llevaba una vincha en el pelo, un celular en la mano… y nada más. Ni pantalones. Ni una remera más larga. Sólo esa tanga blanca, que ahora, al caminar, parecía aún más visible, más deliberada.
—¿Vamos?
Asentí, tragando saliva, y abrí la puerta para dejarla pasar.
Mientras cruzaba el pasillo, mis ojos se fueron solos. Sus piernas, largas y firmes, se movían con esa calma suya, como si deslizara en lugar de caminar. La tela blanca se le ceñía como una segunda piel, cada paso marcando un poco más la curva del trasero. No parecía tener apuro. Tampoco vergüenza.
Últimamente Paula estaba ...
... rara. Desde hacía unas semanas… no sabía bien cómo explicarlo. No era que coqueteara. No con palabras. Era más bien la forma en que me miraba cuando creía que no la estaba viendo. O cómo se acomodaba el pelo cuando hablábamos. Como si todo en ella, incluso el silencio, estuviera puesto a prueba.
Y yo… no sabía cómo manejar eso. Así que lo ignoraba. O al menos, lo intentaba. Pensé que ya no podía sorprenderme esa noche. Me equivoqué.
Llevé a Paula hasta el cuarto de Katia como quien guía a alguien hacia una zona de desastre natural. Ella iba tranquila, casi flotando, el paso firme, la camiseta blanca pegándose a su espalda, marcándole cada curva. Yo intentaba no pensar demasiado en cómo se le notaba todo, en lo poco que había entre su piel y el aire.
Toqué la puerta.
—Katia, traje refuerzos.—¡Pasen! —gritó desde adentro.
Entré primero, como empujado por el deber, y Paula me siguió sin apuro, con ese aire suyo de estar siempre un paso más cómoda que el resto. La habitación olía a perfume de mujer y algo más: esa mezcla densa entre calor corporal y vergüenza reciente.
Katia estaba sentada en el borde de la cama, envuelta en la sábana hasta el pecho, los hombros descubiertos, rojos como si se hubiera bronceado en la humillación. Apenas nos vio, se cubrió la cara con ambas manos y bufó por la nariz.
—Abel… te apuraste. Te estaba explicando. Lo del problema…
—Está bien —interrumpí, levantando las manos, incómodo—. No tenías que decirme nada, en serio.
—No, ...