1. La Promesa de Beckett – Capítulo 1 – Isla de noche


    Fecha: 29/09/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Autor: Ericl, Fuente: SexoSinTabues30

    Ni los vecinos, ni el perro de al lado, ni siquiera Isla, que estaba despierta pero en silencio, con la manta hasta el cuello y los ojos abiertos como platos.
    
    El grito no fue de horror. Fue un suspiro ahogado, como si Lía hubiese querido llamar a su hermana, pero la voz se le hubiera quedado atascada entre los dientes.
    
    La casa estaba vieja, enferma de humedad. Cada noche los muros parecían expandirse y contraerse con su propia respiración. Isla, desde su cama, conocía cada crujido: el del ropero que se quejaba a las 2:07, el de la nevera cuando el motor se apagaba, el de los escalones viejos que sonaban incluso sin nadie pisarlos.
    
    Esa noche algo no encajaba.
    
    Lía tenía 12 años. Isla, también. Eran gemelas, pero no idénticas. Lía tenía la risa fácil, las uñas mordidas, y un lunar cerca del ojo derecho que a Isla le gustaba tocar cuando jugaban a ser otras personas. Isla era callada, más alta, de mirada hundida. A pesar de su corta edad ambas se habían desarrollado ya, lo que había repercutido en la pronunciación de unos pequeños senos y en el nacimiento de vello púbico en sus vaginas. Isla Había empezado a hablar tarde, pero cuando lo hizo, su madre dijo que parecía tener palabras en reserva, como si hubiese estado aprendiendo en secreto mientras todos creían que no entendía nada.
    
    Aquella noche, Lía había bajado por agua. Isla no quería moverse. Había tenido otra de sus pesadillas: la sombra en la escalera, los dedos largos, los ojos como espejos ...
    ... vacíos.
    
    —Ve tú —le había susurrado Lía, fastidiada pero sin pelear. Lía nunca peleaba con ella.
    
    Isla se quedó en la cama, abrazada al peluche sin nombre que había sido de su abuela. Sabía que Lía no encendía las luces por miedo a despertar a mamá. Sabía que contaba los escalones en voz baja mientras bajaba. Sabía que no iba a tardar.
    
    Pero pasaron más de cinco minutos. Luego seis. Luego ocho.
    
    Entonces lo oyó.
    
    Un golpe sordo. Como un saco pesado cayendo contra el mármol. Después, nada.
    
    Isla se incorporó, se asustó cuando le pareció ver una figura en el pequeño espació que había dejado la puerta entrecerrada de su habitación, pero no gritó. No fue hasta la mañana siguiente, cuando su madre bajó corriendo las escaleras con los rulos aún puestos y un chillido que partió el domingo en dos, que alguien más descubrió lo que Isla ya sabía.
    
    Lía estaba al pie de las escaleras. Boca abajo. Cuello en un ángulo que no parecía humano. Había sangre. No mucha. Lo suficiente para manchar la muñeca rota que aún apretaba en la mano.
    
    Isla bajó en silencio. Caminó entre adultos que no la miraban. Se quedó parada junto al cuerpo de su hermana y no dijo nada durante horas.
    
    No lloró.
    
    No habló.
    
    Hasta que llegó el detective Beckett.
    
    •
    
    —¿Tú la viste caer, Isla?
    
    Beckett era joven entonces. No del todo nuevo, pero todavía con la voz cálida, sin la dureza de quien lleva demasiado tiempo rodeado de muerte. Se había agachado para estar a su altura, lo que nadie más había ...
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