LNE (8). La forma del fango - Relatos Eróticos

LNE (8). La forma del fango

... con fandom pequeño pero leal, que lleva demasiados capítulos como para engancharte… cuando tú quieres empezar desde cero.

—Quizás. O quizás solo necesito ver algunos episodios sueltos, sin engancharme del todo. A veces una historia es buena, pero no en el momento correcto.

César bajó la vista. Se tomó un segundo antes de hablar.

—Me alegra haber estado en tu piloto, aunque solo fuera para aparecer en alguna dedicatoria antes de los créditos.

—Y a mí me alegra que me enseñaras que alguien puede ser divertido, tierno y saber demasiado sobre música sin ser un idiota pretencioso.

Se quedaron unos segundos en silencio. Luego, casi al mismo tiempo, se levantaron. No hubo reproches. Solo una especie de respeto mutuo por la manera en que habían dicho la verdad.

Se abrazaron. No con intensidad. Más como dos viajeros que se despiden en una estación sin necesidad de lágrimas.

—Gracias por darme la mejor ruptura con AOR de fondo que he tenido —dijo él.

—Y tú por no hacerme sentir mal por tener dudas —respondió ella.

Él salió primero. No miró atrás. Marian se quedó unos minutos más, mirando por la ventana como si pudiera ver el futuro en la forma caprichosa en que resbalaba la lluvia en los cristales.

Horas después, César estaba en un parque, con unas gafas de sol que no necesitaba. Había abierto Tinder, luego lo cerró. Luego lo volvió a abrir. Luego, finalmente, se hizo una cuenta en Duolingo. Y llamó a Cristina.

***

Cristina no era de las que ...

... temían los desafíos. Su cuerpo de atleta—fibrado, curtido por años de triatlón, con más minerales que una mina boliviana —sabía lo que era sufrir. Pero aquella noche, frente a César, en un salón todavía decorado con luces de Navidad semanas despues, algo en el ambiente le decía que ese reto era… diferente.

Él le ofreció vino en una copa de Batman. Ella aceptó sin hacer preguntas.

—¿Estás segura? —preguntó él, con la seriedad de quien acaba de leer media página de un artículo de Cosmopolitan y cree estar en contacto con su yo más maduro.

Cristina lo miró con una mezcla de ternura, desconcierto y leve sospecha. Lo habían hablado.

—Colega, he corrido medias maratones después de vomitar en un arbusto. Puedo con esto.

Hubo un silencio. Él asintió con falsa solemnidad, como si se dispusiera a pilotar un helicóptero sin licencia.

—Vale. Pero si en algún momento sientes que esto no va, dices “garrapiñada” y abortamos misión, ¿de acuerdo?

Cristina se echó a reír.

—¿"Garrapiñada"? ¿En serio?

—Es la palabra segura más subestimada. Nadie grita "garrapiñada" por accidente mientras folla. Y si alguien lo hace, no quiero conocerle.

Todo en esa escena tenía una energía de “esto es una mala idea, pero somos adultos, más o menos, y nadie nos puede detener”.

Entonces empezó.

Se desnudaron, y César se quedó casi sin aliento a ver el nuevamente el cuerpo Cristina, fuerte, musculado, con esas tetas escuetas de pezones grandes, esos abdominales marcados, ese coño ...