LNE (8). La forma del fango
Fecha: 30/09/2025,
Categorías:
Grandes Series,
Autor: Schizoid, Fuente: TodoRelatos
... depilado con labios turgentes y gruesos. Cuando se dio la vuelta y se subió a la cama, le ofreció la visión de su culo de caderas estrechas y glúteos prominentes, duros, en forma de manzana.
Se colocó en cuatro para él. Puso el culo en pompa para él. Se dispuso a ser sodomizada… Para él.
Cristina cerró los ojos. Su respiración se volvió más corta, más atenta. El primer contacto fue apenas un roce en sus nalgas, una caricia firme, y sin embargo bastó para hacerla tensar las manos sobre el colchón. No de miedo. De alerta. Como quien se acerca al borde de algo nuevo.
César separó sus glúteos, admirando su coño, estrecho y rosado, pero especialmente su anito estrecho y nudoso, apretado, oscuro, también depilado a la perfección. Derramó un chorro de lubricante sobre él. Lo esparció con los dedos, y noto su tensión y si protesta muda cuando introdujo el índice muy despacio, ensanchando el estrecho conducto con paciencia.
Cristina suspiró. Estaba experimentando una mezcla de sensaciones difícil de describir: la extrañeza del gesto, la vulnerabilidad expuesta sin palabras, y algo más profundo, más difícil de admitir… una especie de curiosidad que rozaba lo placentero. No era placer en sí. No todavía. Era una apertura —literal y simbólica— hacia una zona del cuerpo que nunca había explorado así. Dejó que el dedo la fuese abriendo, la fuese rindiendo, fuese encontrando un ritmo adecuado.
César se movía con una paciencia que casi la hacía reír, como si estuviera ...
... intentando abrir un frasco sin romperlo. Cristina notó cómo su respiración se acompasaba con la suya. Cómo, a pesar de todo, no se sentía sola.
—¿Va bien? —susurró él.
—Más lento —respondió ella, con voz ronca.
Había momentos de duda, sí. Una punzada aquí, un reflejo de contracción allá. Pero también había ternura. Una ternura que no se decía con palabras, sino con el modo en que él se detenía cada vez que ella cambiaba el gesto, o el modo en que ella se rendía al impulso de apoyar la frente sobre el colchón, buscando cuartel.
-Un poco más....- murmuró ella, y él la penetró con cuidado uniendo el índice y el corazón, dilatando su culo más de lo que ella recordaba haberlo abierto nunca.
El dolor no fue más que un eco. Pasajero, reconocible, pero no invasivo. Y luego, en algún punto imposible de señalar cuando él empezó a sacar y meter los dedos, apareció algo distinto. Algo parecido al alivio. Una sensación cálida, profunda, inesperada. Como una nota grave en una canción que nunca había oído.
Cristina abrió los ojos. César la miraba con respeto. No deseo ciego. Respeto. Y eso, más que cualquier otra cosa, la hizo sentir plena.
—¿Estás bien? —preguntó de nuevo.
—Sí —dijo ella, con una sonrisa apenas visible—. Pero ahora no hables.
Él obedeció. Y durante un largo rato, no hubo más que dedos entrando y saliendo, caricias, respiraciones entrelazadas, y el rumor de la lluvia en la ventana.
Cristina no pensaba en etiquetas. No pensaba en “primera vez” ni en ...