Gabriela: Mi primera vez con una mujer…
Fecha: 01/10/2025,
Categorías:
Lesbianas
Autor: SelenaValente, Fuente: TodoRelatos
... deseabas.
Lucía alzó la vista y se encontró con la mirada de su amiga.
—Sí.
Graciela dejó escapar una risa breve y seca.
—Vaya historia. Nada que ver con mi vida. Me quedé embarazada a los veinte —dijo Graciela con un suspiro—. No fue algo planeado, ni mucho menos. Pero claro, en mi casa era impensable no casarme con el padre. Así que eso hice. Él se portó bien, no puso pegas.
Lucía escuchaba en silencio mientras Graciela hablaba con una mezcla de nostalgia y resignación. Estaban sentadas en el sofá, con los gin-tonics casi vacíos sobre la mesa, la luz tenue creando una atmósfera de confidencias.
Lucía la miró con atención. Graciela mantenía la compostura, pero en su voz había un matiz de melancolía.
—¿Lo querías? —preguntó Lucía, sin saber si se refería al bebé o al marido.
Graciela sonrió.
—Por supuesto. Pero cuando tienes veinte años no sabes nada de la vida. Crees que el amor es suficiente, pero luego vienen las facturas, el trabajo, la rutina… y un día te despiertas y te das cuenta de que la pasión se ha evaporado.
Lucía bebió un sorbo de su copa, dejando que las palabras calaran.
—¿Y después de casarte?
—Los primeros años fueron duros. Vivíamos con mis padres porque no nos daba para un piso. Mi padre siempre fue estricto, así que imagínate la tensión de estar con un bebé en una casa que no era la nuestra. Trabajaba en lo que podía, ayudaba en casa y soñaba con el momento en que pudiéramos tener nuestro propio espacio.
Lucía ...
... asintió, imaginándose la escena: una joven Graciela, atrapada entre la maternidad, las expectativas familiares y la falta de libertad.
—Finalmente conseguimos un piso —continuó—. Nada del otro mundo, pero era nuestro. Mi marido empezó a trabajar como comercial en un concesionario, y yo fui encadenando trabajos hasta que terminé en el hotel. Y así han pasado los años.
—¿Y ahora? —preguntó Lucía.
Graciela se encogió de hombros. —Ahora tengo una hija de veintiún años que está en la universidad, un marido que llega a casa a las ocho y cena viendo la tele, y una vida monótona donde cada día es igual al anterior. Un polvo los sábados y una salida a cenar cada mes.
Lucía sintió un nudo en el estómago. No porque la historia de Graciela le diera pena, sino porque había algo en sus palabras que le recordaba lo que ella misma temía: quedar atrapada en una vida que no quería.
Graciela tomó un sorbo largo de su copa y la miró con una sonrisa: ¿Me pones otra copa?
Lucía se levantó a preparar otros dos gin tonics mientras Graciela continuaba hablando.
—Por eso alucino con todo lo que me cuentas. Has vivido cosas que yo ni siquiera puedo imaginar. Y aunque algunas me escandalizan, te envidio un poco.
Lucía se rio, pero no con burla, sino con complicidad.
—No todo es tan glamuroso como parece.
Graciela la miró fijamente.
—No, claro que no. Pero es una vida diferente. Y eso, Lucía… eso es algo que algunas nunca tendremos.
Graciela giró la copa en sus manos, ...