1. Parejas de Conveniencia


    Fecha: 13/10/2025, Categorías: Incesto Autor: fuego de Hefesto, Fuente: TodoRelatos

    ... quedarnos solos, madre e hijo frente a frente, hombre contra mujer, macho y hembra solícitos, embriagados de pasión.
    
    Ahí se tornaron los papeles. Yo la cogí en mis brazos y la deposité con suavidad, con ternura en la cama. La desvestí con delicadeza, ella me desgarró la camisa a jirones, yo busqué sus labios para besarlos, ella los míos para morderlos de rabia, de pasión, de fogosidad, yo quería recuperar las caricias perdidas, ella sencillamente quería purgar a lo bestia los años de desencuentros y sus cinco años de sequía en el dique seco del sexo. Lo nuestro no era follar, era desquitarnos de tantos años de tensión acumulada. En un abrir y cerrar los ojos estábamos desnudos los dos.
    
    Me subí encima de mi madre si posar mi peso sobre su tierno cuerpo, y casi sin darme cuenta la polla curvada en forma de daga árabe encontró el camino… y se la metí. Ella como yo, no dábamos crédito a lo que estaba pasando, ese feeling entre ambos, y esa necesidad de amarnos sin control, desbocaba en una entrega apasionante no la conocíamos ni sospechábamos.
    
    Yo apenas sabía lo que era follar a una mujer madura, pero aprendía rápido de ella, no había sido consciente hasta ahora de que follar fuese tan jodidamente satisfactorio, porque de saberlo habría mandado a mis novias y a mi esposa a los infiernos hace años. Cabalgué toda la noche encima de la Diosa Doña Berta, caímos exhaustos y rendidos por el sueño, pero no se la saqué, cayó la erección, pero no mis ansias de poseerla, de modo ...
    ... que se la tuve metida toda la noche, corriéndonos sin sacarla de su útero. Tuvieron que ser tres polvos para aplacar nuestra lujuria.
    
    Al día siguiente, el día de la boda, en efecto fue un día largo. Yo estaba rendido, pero cumplía excepcionalmente mi papel. Entendí la suerte de varas en las corridas de toros, yo estaba picado de tal suerte que lo bordé, pero como a eso de la media tarde empezó a fraguarse en mi cabeza una idea que me atormentaba desde hacía meses. Nunca había practicado sexo oral como lo hacía mi madre, y la sola idea de poder hacerlo fue el desencadenante de desembarcarme la moral de la fidelidad. Esta noche, si me atrevía, podría hacerlo con mi madre otra vez.
    
    La idea fue tomando cuerpo y una de las veces que bailé con Berta le susurre al oído una confesión inconfesable… «Nunca he practicado sexo oral como contigo». Ella era una mujer valiente y creo que mi confesión la hizo verme como un hijo desamparado que solicitaba la protección de su madre, o quizás no, quizás sencillamente a la señora Robinsón le halagaba en su madurez sentirse joven y deseada por un apuesto y atractivo hombre joven, de modo que su respuesta fue la que esperaba, quizás la que deseaba: «esta noche yo me encargaré de tu lefa».
    
    Y esa noche, nada más traspasar el umbral de la puerta de la habitación 619 del Hotel, cogí a mi madre, la apoyé tras la puerta de madera de caoba cuidadosamente barnizada, deje caer al suelo su vestido de seda natural de color azul celeste, me arrodillé ...
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