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Úrsula
Fecha: 26/10/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Autor: Cyber Gaoler, Fuente: TodoRelatos
... se vuelve jadeante. Lo veo abrir los ojos confusos. Sigo decidida, le intento bajar el pantalón. Él me ayuda, lo baja un poco dejando el miembro completamente libre. Entonces yo comienzo a masturbarlo con la boca… ¡¡¡Ahhh!!! El conde tiene un buen miembro, pero este chico lo supera con creces. Sigo lamiendo e introduciendo hasta el fondo su miembro erecto. Continúo, continúo… Cuando lo noto a punto de eyacular paro, le susurro: ¿Quieres penetrarme? Por toda respuesta se levanta, me voltea, me pone a cuatro patas y me penetra con fuerza. Tras un orgasmo mutuo ambos quedamos tendidos sobre la hierba, sin hablar, mirando a la luna. Aun seguimos así cuando un sol tímido y rosado aparece en el horizonte. El soldado se levanta de un salto. Se compone la ropa y desata la cuerda del árbol. Sólo entonces, cuando empieza a tirar, yo me atrevo a hablar: ¡¡¡Huyamos juntos!!! ¿Qué? Deja el castillo, vamos a otro feudo, a otro reino.. Algún herrero me quitará estos hierros. Podemos vivir errantes. De cazar, de la compra-venta de telas, de la misericordia, del robo, de mi cuerpo, me haré ramera si hace falta… Estaremos juntos y seremos libres. Él me mira fijamente. Duda… Sin mediar palabra toma un pañuelo de tela y lo retuerce. ¡¡¡Qué!!! Me amordaza fuertemente. Me hace morder el pañuelo y lo anuda en mi nuca. No puedo evitar llorar. Él tira y me lleva de nuevo al camino. No debí caer en tu trampa anoche. Ya eres una ramera… Hago el resto del camino ...
... sin protestar y cabizbaja. Tal vez, él tenga razón. ………………………………………………….. Como dijo el soldado llegamos a la mina antes del mediodía. Allí se encargan un par de guardias que exclaman: “¡¡¡Una Mujer!!!, ¿Qué haremos con ella?” El sargento ordena que me traten igual que a los hombres. Eso parece que significa quitar la mordaza de mi boca y el cepo de mis manos. Para eso han tenido que romperlo. Me obligan a quitarme el saco que hace de camisón y me dan otro de tela gruesa, como de manta de pastor. Cuando me ven desnuda veo la lujuria en sus ojos, de momento, contenida. El sargento me conduce a la fragua. El herrero me quita los grilletes que traigo pero prepara y me pone otros de bronce. “El bronce no se rompe con la corrosión de la sal”, dice. Son de color dorado, hermoso, parecen joyas pero igual que los de hierro son pesados y cortantes, la cadena es incluso más corta haciendo más difícil caminar. Cuando el herrero termina el sargento sujeta mis muñecas con un pequeño cepo también de bronce, dorado pero ya con algunas manchas verdes. No cierra con remache sino con un mecanismo de muelle, parece un candado. Sujetamos las manos de los prisioneros cuando no están trabajando. Al terminar en la fragua el sargento dice que me llevará ante el capitán Hernando. Él decidirá qué se hace conmigo. Nunca habían enviado una mujer a este penal. Al fondo veo un pequeño cobertizo donde unos hombres demacrados trabajan con una hermosa piedra azul. ¿Qué hacen? -se me ...