1. Úrsula


    Fecha: 26/10/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Autor: Cyber Gaoler, Fuente: TodoRelatos

    ... sorprendido. Coge mi otro brazo, sujeta mis manos atrás con una muñeca sobre otra.
    
    Siento algo duro y áspero. Seguramente una cuerda fina rodeando mis muñecas. Siento el aliento de los dos hombres. Uno me sujeta las manos y el otro me ata fuertemente, las ligaduras muerden mi piel cruelmente, intento librarme, ¡¡¡Imposible!!!
    
    Una vez maniatada, me zarandean, me preguntan cuál es la casa de mi padre. La casa del conde donde vivimos, me recuerdan. Me llevan allí, uno de ellos tira de la vaca, el otro me arrastra por la calle detrás.
    
    Mi madre grita y llora, mi padre cierra los puños. No, que no se ponga violento o lo matarán. El que parece más listo habla a mis padres. Me llevarán al castillo, seré copera del mismo conde. Viviré como una princesa. Sólo me han atado porque yo me resistí… No puedo rechazar el trabajo que me asigne el conde, ningún siervo puede.
    
    Al final de su discurso el hombre hace un ofrecimiento: “el conde os lo agradecerá reduciendo el diezmo de este año”. Mi padre está más tranquilo, piensa un momento, se decide a hablar.
    
    Cinco años…
    
    ¡¡¡Qué!!! ¡Está negociando! Me vende y está regateando el precio. El soldado que habla parece el jefe de los dos. El tipo asiente:
    
    De acuerdo….
    
    Y no la llevéis por el pueblo maniatada como una ladrona.
    
    De acuerdo.
    
    Con un gesto indicó a su compañero que procediera. ¡¡¡Ahhh!!! Ha cortado la cuerda… ¡¡¡Qué alivio!!!
    
    …………………………………………………..
    
    Resignada y decepcionada por la traición de mis padres ...
    ... camino por las calles de tierra y piedras. Los dos hombres me siguen a dos pasos sin quitarme el ojo de encima.
    
    No hay nadie por la calle. Sin embargo veo abrirse varios ventanucos a mi paso desde donde varios vecinos y vecinas me dirigen miradas curiosas, curiosas e inquisidoras. Deseo que la tierra se abra y me trague. Intento caminar más rápido.
    
    No corras -me grita el soldado jefe.
    
    Unos cien pasos después de salir de la aldea el soldado vuelve a gritar.
    
    Alto.
    
    Se coloca delante de mí y me ordena:
    
    Las manos, juntas, muñeca sobre muñeca, extiéndelas hacia mí.
    
    Al decirlo, saca de su zurrón un lazo largo de cuerda:
    
    Pero dijisteis que no iría atada -protesto.
    
    En el pueblo… Ya no estamos allí.
    
    Prometo que no intentaré escapar -realmente no tengo ánimos para intentar nada.
    
    No quiero problemas, ¡¡¡Las manos ya!!!
    
    Obedezco, extiendo las manos y cierro los ojos. Al sentir la cuerda alrededor de mis muñecas, sollozo:
    
    No apretéis mucho, por favor.
    
    Noto como cierra la cuerda, la anuda con firmeza, aprieta un poco, menos que la primera vez. Abro los ojos e intento separar las manos… Imposible de nuevo aunque ahora tengo las manos delante y las cuerdas no me cortan.
    
    El hombre me ha atado de tal forma que quede un cabo de casi cinco pies de cuerda sobrante unida a mis manos. El hombre lo sujeta por el otro extremo y camina hasta tensarlo. Entonces tira de mí con fuerza, yo no puedo más que seguirlo al ritmo que él marque. El otro soldado camina ...
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