Capítulo 10: amistad y sumisión - Relatos Eróticos

Capítulo 10: amistad y sumisión

... ordenado.

Mariana se movía con una precisión casi quirúrgica tomó el plug anal. Pequeño, negro, suave al tacto. De tamaño suficiente como para no ser inofensivo, pero no tanto como para no poder soportarlo. Junto a él, una botella pequeña de lubricante, de esas que parecen diseñadas para no llamar la atención. También toallitas húmedas y un marcador negro.

Todo fue a parar a una mochila pequeña, de tela oscura, con cremalleras silenciosas. Nada ostentoso. Nada que pudiera levantar sospechas. Era como si Mariana ya hubiera hecho esto antes. O al menos, como si supiera exactamente cómo hacerlo.

Salió del departamento detrás de Mariana, con paso lento, como si sus piernas no estuvieran del todo seguras del camino. El vino ya empezaba a hacer efecto. Una calidez falsa se extendía por su pecho, nublándole un poco la mente. No lo suficiente como para olvidar. Pero sí para sentirse un poco menos.

Ambas caminaron en silencio hacia el mismo parque de la vez pasada. El mismo donde se había mastrubado para Javier, donde había llorado en el suelo, donde había fingido que todo estaba bien. Un lugar que ahora llevaba el peso de sus secretos. Un lugar que, de alguna manera, ya la conocía.

El parque estaba tranquilo, como si nadie supiera lo que estaba a punto de pasar. El césped estaba recién cortado, olía a tierra mojada, a primavera que se resistía a terminar. Algunos niños corrían cerca del área de juegos, una pareja caminaba con un perro, una mujer corría por el sendero ...

... principal con auriculares y una respiración fuerte y constante. Todo normal. Todo falso.

Mariana caminaba unos pasos adelante, con la mochila colgada del hombro, con esa calma que solo tienen las personas que ya han decidido que van a proteger a otra a cualquier costo. Claudia la seguía, con la mirada baja, con el corazón acelerado, con el estómago revuelto.

El alcohol no la había embriagado del todo. Pero sí la había hecho más maleable, más dócil. Ya no pensaba tanto. Ya no luchaba tanto. Ya solo caminaba, como si todo ya estuviera escrito. Como si no tuviera salida.

Llegaron al mismo lugar en el que antes Claudia habia sido sometida con los retos de Javier, uno de tantos espacios ocultos de la vista por los arbustos y maleza pero que no eliminaban el riesgo de ser descubiertas.

Pero al menos no estaba sola.

Aunque el miedo seguía allí, aunque la humillación ya se le enroscaba en el vientre como una serpiente, Claudia se dijo a sí misma que podría hacerlo. Que podía aguantar. Que podía fingir. Que podía sobrevivir.

Porque eso era lo único que le quedaba.

Claudia se quedó inmóvil, de pie, en medio de la semioscuridad que ofrecía el rincón más apartado del parque. Un pequeño espacio rodeado de árboles, donde el césped era más espeso y el sonido de los pájaros y las voces lejanas apenas llegaba. Era el lugar elegido. El mismo que antes la había visto perder un poco más de sí misma. Y ahora, estaba a punto de volver a hacerlo.

Mariana estaba frente a ella, ...