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La joven ama
Fecha: 13/12/2025, Categorías: Hetero Incesto Sexo con Maduras Autor: Ericl, Fuente: SexoSinTabues30
... era su intención, pero estaba congelado. Algo en su cuerpo, quizás en su alma, se había quedado suspendido entre el deber y la curiosidad. Quiso moverse. Quiso cerrar los ojos, irse, desaparecer. Pero no pudo. Algo más fuerte que él —el peso de lo desconocido, del despertar— lo mantuvo allí, anclado al umbral. Y siguió viendo. Isadora completamente desnuda, sostenida sobre sus manos y rodillas, el cabello suelto cayéndole como una cortina de sombra sobre el rostro. Sus grandes senos se mecían con cada impulso, como péndulos delicados marcando un tiempo secreto. El cuerpo entero parecía parte de una danza antigua, una plegaria muda tejida en carne. Gabriel estaba detrás de ella, envuelto en una tensión casi sagrada. Se movía con una mezcla de urgencia y devoción, como quien busca redención en el roce, como quien intenta volver a casa por el camino del cuerpo amado. Adolfo sintió que el calor le subía por el cuello, que la bandeja entre sus manos ya no era más que un peso sin sentido. No entendía del todo lo que veía, pero lo que sentía era real. Era incómodo. Era profundo. Era suyo. No hablaban ya. Pero en el silencio había ecos de promesas, de heridas viejas, de anhelos que no se decían en voz alta. Y Adolfo, sin entender del todo, sintió que aquel instante quedaría inscrito en su memoria como un tatuaje invisible. No era deseo —no del todo—, pero era una forma de desvelo. Como si algo en él se hubiera roto o encendido. Algo que ya no volvería a dormirse. Adolfo pensaba, con ...
... cada latido que le retumbaba en el pecho, en las consecuencias si el General supiera que estaba allí, observando. Estaba impregnado con una sensualidad que lo paralizaba. Isadora, respirando entrecortada, levantó su voz, una súplica desgarrada: —¡Más rápido! ¡Más rápido! ¡Muévete más rápido, mi señor! El sonido de sus palabras, tan llenas de urgencia, hizo que Adolfo diera un paso atrás, como si estuviera a punto de ser descubierto, atrapado por un instante de vulnerabilidad que nunca quiso ver, pero que ahora tenía frente a él, sin poder evitarlo. El cuerpo de Isadora, entregado con tal intensidad, parecía ahora desbordarse, y Adolfo se encontró suspendido en un limbo, entre la necesidad de escapar y el deseo de comprender lo que estaba ocurriendo. Su mente se agolpaba con pensamientos caóticos, pero en su pecho solo había espacio para una emoción: la fascinación. El aire en la habitación estaba cargado de una atmósfera densa, como un río profundo que se desliza con una calma inquietante, haciendo que la mente de Adolfo se disolviera en la penumbra de su confusión. Los ecos de lo que había presenciado seguían resonando en su cabeza, como un canto antiguo, una melodía que no comprendía pero que lo alcanzaba en lo más profundo de su ser. El general, el hombre de imponentes hombros y manos como garras, parecía poseer la fuerza de los vientos del norte, mientras que Isadora, de piel cálida como la miel, se entregaba a él con una serenidad tan desconcertante que la joven mente de ...