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El confidente de mamá// Cap. 9
Fecha: 17/12/2025, Categorías: Incesto Autor: JOS LIRA, Fuente: TodoRelatos
... límite, goteaban más, un río de deseo que no cesaba. Candela aulló, otro orgasmo la desgarró: —¡Me corro, cabrón, me corro como puta! Los muslos temblaron, la carne vibró, un chorro más denso brotó, mojó los muslos del viejo, empapó la sábana, formó un lago viscoso que se extendió bajo la cama. Las tetotas se bambolearon, los pezones rasparon la sábana, el sudor goteó por su pecho, formó un río que brilló bajo la luz. Agustín rugió, embistió con una furia que sacudió el armazón de la cama, el crujido de la madera resonó, la verga relució, los huevos chocaron, el “slap” retumbó, los jugos goteaban en cascada. —¡Aprieta más, Candelita, grita como se debe! Que tu hijo sepa que te gusta la verga del abuelo más de lo que te gusta la de su papá — exclamó, su voz cargada de dominio. Candela gritó como un himno obsceno: —¡Llénamela, viejo hijo de puta, hazme tu zorra! —Me voy a correr, cabrona. —¡Sí, sí, hazlo! —¡¿Dónde te los hecho, nuerita, dónde los quieres?! —¡Dentro… los quiero dentro, empáchame de semen! Escuchar a un hijo decir a su madre semejantes vulgaridades no está dentro del canon establecido de lo que uno podría esperar. Y sin embargo ella lo hizo, y no conforme con ello, su cuerpo se estremeció, un tercer orgasmo la atravesó, la vagina chorreó más. El viejo Agustín la embistió con una violencia desatada, la verga se hundió, los pliegues se abrieron, el ano latió, los huevos chocaron contra ella. —¡Te haré mía hasta que ...
... revientes, putota! — rugió, su voz un bramido feral. Candela aulló, un alarido que mezcló éxtasis y desesperación: —¡Rómpeme, cabrón, hazme tuya, lléname! ¡Dame tu lechita! El abuelo jadeaba, como un toro en brama: —¡Córrete dentro, viejo cabrón, lléname la panocha! El viejo rugió, su cuerpo se tensó, y embistió con una furia final, la verga se hundió hasta el fondo, los huevos chocaron contra sus muslos. Un gruñido gutural escapó de su garganta, y seguramente su verga palpitó dentro de ella, descargando chorros calientes de semen que llenaron su vagina. Mamá convulsionó, un orgasmo final la atravesó, sus muslos temblaron, las tetotas se bambolearon, los pezones rasparon la sábana, el sudor goteó por su espalda, y un gemido salvaje salió de su boca: —¡Aaah, sí, cabrón, me llenas! La sábana se empapó más, un charco viscoso se extendió bajo sus rodillas, mezclado con jugos y semen. El abuelo se retiró, la verga relució, empapada, goteando restos blancos, y señaló el culo de mamá con un gesto sádico. —¡Mira, chamaco, ven a ver cómo quedó el agujero de tu mami! — susurró, su voz cargada de burla, tan baja que ella no lo oyó. Me acerqué, mi cara a centímetros de su sexo, el corazón me latía tan fuerte que temí que ella lo sintiera. La vagina de mamá relucía bajo la luz tenue, un agujero abierto, dilatado por la brutalidad de la cogida, los pliegues hinchados, rojos, palpitantes como si aún sintieran el paso de la verga del abuelo. Los labios mayores, ...