-
Ciudad Caliente (1)
Fecha: 18/12/2025, Categorías: Grandes Series, Autor: PerseoRelatos, Fuente: TodoRelatos
... librería en el centro que busca asistentes, pero pagan una miseria. Alfonso, por primera vez en la noche, giró la cabeza unos milímetros hacia la hija mayor. —Toma lo que hay —dijo, la voz arenosa de quien fuma más de lo que respira—. Aquí no regalan nada. Constanza sostuvo su mirada un segundo de más, con las cejas elevadas. —¿A ti te regalaron el trabajo en la planta? —Me lo gané —respondió él—. Ve y gánate el tuyo. Un destello de algo indefinible cruzó la cara de Constanza, pero no insistió. Recogió el vaso de vino y se lo llevó a los labios. Isabel la miró y admiró la belleza impecable de su hija: el cabello negro cayendo en línea recta hasta la mitad de la espalda, los ojos oscuros, esa piel que siempre parecía ligeramente bronceada aun en invierno. Los gemelos continuaron el asalto mutuo hasta que un trozo de mozzarella aterrizó en el escote de Isabel. Ella soltó un gritito, mitad risa mitad exasperación, y los miró con la amenaza maternal que todos los hijos aprenden a ignorar. —Chicos, por favor —dijo, en voz baja, sin ninguna autoridad real—. Es nuestra primera noche aquí. Podemos al menos fingir que nos gusta estar juntos. Matías aprovechó el paréntesis para alcanzarse la última rebanada de la caja. Diego no calló su indignación. —¡Eh, era la mía! — y así continúo la noche. La mañana en Ciudad Caliente llegaba como una bofetada: sol enloquecido y olor a ciudad grande, llena de vida y de scretos. Alfonso González se calzó la camisa ...
... recién planchada, anudó la corbata con la precisión marcial de siempre y se caló el saco gastado sin mirar a nadie en particular. En la cocina, Isabel servía café soluble en las tazas desparejadas mientras los gemelos revoloteaban a su alrededor. Alfonso cruzó la estancia en dos zancadas, tomó el maletín y besó a Isabel en la mejilla. Sus labios apenas la rozaron. Mientras tanto, Diego y Matías salían disparados hacia el campus universitario. Sus mochilas colgaban flojas sobre los hombros, los audífonos a todo volumen, y en la primera esquina ya se estaban disputando a gritos quién era el más rápido para cruzar la avenida sin morir atropellado Las clases transcurrían como un calvario dulce, cada hora una excusa más para planear la siguiente travesura. En el hogar recién inaugurado, Isabel reinaba entre cajas abiertas y montones de ropa en desbandada. Su meta del día: domar el caos. Reorganizó los platos, alineó los frascos de especias, limpió con esmero la mesa plegable hasta dejarla reluciente. Por la ventana entraba el rumor de la avenida y el sol en rebanadas finas, como si el mundo entero se filtrara a través de un colador de nostalgia. Una vez vencida la primera línea de combate, Isabel se atrevió a salir de casa. Caminó por la manzana, mirando con ojos nuevos cada rincón: la tiendita de abarrotes con las cortinas metálicas siempre a medio cerrar, el parque diminuto donde jugaban dos niños ajenos al hedor de la basura, la iglesia de ladrillo con su cruz ...