1. Ciudad Caliente (1)


    Fecha: 18/12/2025, Categorías: Grandes Series, Autor: PerseoRelatos, Fuente: TodoRelatos

    ... descascarada. Compró pan dulce en el primer local que vio abierto, ignorando los silbidos de un par de obreros que la contemplaban desde una camioneta vieja.
    
    Constanza salió a media mañana, su vestuario era pulcro y milimétrico en medio del entorno desvencijado. El cabello, negro y brillante, caía perfecto sobre su blusa blanca; los pantalones ajustados le dibujaban la silueta de atleta meticulosa y realsaban ese culo majestuoso del que fingía no estar orgullosa. Recorrió la avenida central, esquivando charcos y saludando apenas con una sonrisa helada a los hombres que la desnudaban con la mirada. Visitó dos, tres, cuatro librerías, cada una más triste que la anterior, y en todas le ofrecieron lo mismo: un contrato basura, horas infinitas, sueldo mínimo.
    
    En la quinta librería—una cueva oscura con estantes improvisados y olor a humedad rancia—la recibió una mujer de rostro inexpresivo y voz de cigarrillo.
    
    —¿Experiencia en caja?
    
    —Sí —mintió Constanza, y la mujer la miró de arriba abajo.
    
    —Empiezas el lunes siguiente. Vente con ropa cómoda. La jornada puede volverse un poco pesada.
    
    La transacción fue así de simple: sin preguntas, sin ilusiones. Constanza aceptó el trato con la misma indiferencia, y cuando salió de la tienda pensó en lo que había dicho su padre la noche anterior: "Toma lo que hay. Aquí no regalan nada." Sonrió para sí, con ironía.
    
    La tarde cayó como una sábana de asfalto caliente sobre la ciudad. Alfonso regresó de la fábrica oliendo a aceite ...
    ... y sudor, la corbata ya suelta, los ojos perdidos en algún lugar más allá del horizonte. Los gemelos llegaron después, bromeando, empujándose, discutiendo cuál de los dos había conquistado más sonrisas ese día. Isabel los recibió en la puerta con el pan dulce, y por un instante la escena pareció una postal costumbrista de otra época.
    
    Constanza llegó última, con el bolso cruzado al pecho y la noticia de su empleo. Isabel la abrazó fuerte, casi aplastando el aire entre ambas.
    
    —Sabía que lo conseguirías, hija.
    
    Alfonso asintió, un gesto seco pero sincero.
    
    —Bien hecho.
    
    En el fondo de sus ojos, Constanza percibió el brillo apenas perceptible del orgullo paterno, disimulado por una costra de cansancio.
    
    El dormitorio de los González era una cueva oscura donde los sonidos de la ciudad se filtraban como fantasmas: camiones lejanos, el ladrido de un perro, el clic obsesivo del ventilador tambaleante. Isabel se había despojado del sostén horas antes, y el camisón translúcido le abrazaba el cuerpo con la familiaridad de un secreto bien guardado. Se miró en el espejo del armario: la piel tersa y pálida bajo la tela, los pezones oscuros, las curvas de madre y de mujer mezcladas en una topografía que seguía asombrándola, incluso después de tantos años de matrimonio.
    
    Alfonso llegó al cuarto sin hacer ruido, arrastrando los pies y con el olor de la fábrica pegado a los poros. Dejó caer la ropa en una silla y se hundió en la cama.
    
    Isabel se acercó despacio, sabiendo que ...
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