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Ciudad Caliente (1)
Fecha: 18/12/2025, Categorías: Grandes Series, Autor: PerseoRelatos, Fuente: TodoRelatos
... en ese pequeño teatro todo dependía de ella. Se sentó al borde de la cama, su muslo rozando el de Alfonso. Le acarició el antebrazo con las uñas, siguiendo la ruta de una vena azulada hasta el pliegue del codo. Al principio, él no reaccionó. Solo después de un suspiro largo, como quien acepta una rutina más que un deseo, giró la cabeza para mirarla. —¿No tienes sueño? —preguntó, sin pasión ni reproche. —No demasiado —dijo Isabel, y sus manos ya bajaban por el abdomen firme, buscando el cierre. Lo soltó de un tirón hábil y metió los dedos, rozando la piel caliente debajo. Alfonso la miró un segundo, los ojos pesados, y luego cerró los párpados, entregándose. Isabel se acomodó entre las sábanas, la cabeza apoyada en el hombro ancho de Alfonso. Sacó la verga flácida de su marido y la sostuvo en la mano, cálida, inerte. Le gustaba sentir ese peso, la promesa dormida de lo que podía ser. Empezó a masturbarlo con movimientos lentos y precisos, apretando lo justo, notando cómo la sangre corría bajo la piel y el miembro ganaba tamaño y vida con cada caricia. El aliento de Alfonso se volvió más rítmico. Dejó que Isabel hiciera el trabajo, solo moviendo la cadera cuando la erección estuvo completa. Ella le besó la base del cuello, aspiró el olor a sudor y a cigarrillo, le lamió el lóbulo de la oreja. Con la otra mano, Isabel se acarició los senos, pellizcando suavemente los pezones hasta que se pusieron duros y sensibles. La excitaba el contraste: el cuerpo fornido y ...
... recio de su marido, la suavidad vulnerable del suyo. Cuando Alfonso estuvo listo, se deslizó sobre ella sin aviso ni ternura, abriéndole las piernas y penetrándola con un empuje decidido. El camisón de Isabel se subió hasta la cintura, y la tela le raspó los pezones mientras sentía el peso completo de su esposo sobre el cuerpo. El ritmo fue inmediato, crudo. Alfonso bombeó sin preámbulos, centrado solo en la fricción. Isabel entrecerró los ojos y se aferró a la sensación: el dolor inicial, el calor de la carne, la forma en que el pubis de Alfonso golpeaba su clítoris en cada movimiento. Durante un minuto, logró engañarse. Dejó que las sensaciones la inundaran, el vaivén, el jadeo contenido, las manos de Alfonso aferrando sus muslos como si temiera que ella fuera a escapar. Pero la fantasía duró poco. Sintió el temblor en el cuerpo de su marido, la urgencia, y supo que el final estaba cerca. Intentó moverse, buscar la posición donde el placer propio pesara un poco más, pero Alfonso no se lo permitió. Unos segundos después, él gimió entre dientes y eyaculó dentro de ella, con una fuerza casi dolorosa, el semen caliente llenándola de inmediato. Isabel se tensó, buscando en la memoria el orgasmo que no llegó. Alfonso se dejó caer a un lado, respirando fuerte, sin un solo gesto de gratitud. Se limpió el sudor de la frente con el dorso de la mano. —Buenas noches —dijo, la voz ya lejana, y se perdió tras una cortina de sueño. Isabel quedó tendida en la cama, las ...