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Clases de Teatro
Fecha: 27/12/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Generico, Fuente: TodoRelatos
... perdida hasta la barra donde me pedí una copa que bebí de un trago largo. Me apoyé en la barra, con la espalda contra el mostrador, y clavé la mirada en la puerta trasera que conducía al teatro. Vi como mis amigos me gritaban algo desde una mesa y asentí con la cabeza, forzando una sonrisa y me acerqué a ellos. Finalmente, la puerta se abrió. Cristina salió primero. Se había arreglado lo mejor que había podido: se había pasado las manos por el pelo para domar los mechones rebeldes, se había ajustado el vestido y se había limpiado el sudor de la frente. Su respiración aún era un poco entrecortada. —¡Cris! ¿Dónde te habías metido? —preguntó una de sus amigas—. ¡Parece que te hayas metido en una sauna! Ella forcejeó una sonrisa tensa, evitando mirar a nadie directamente. —Este bar es un horno, y con tanto ir de un lado a otro hablando con todos... —dijo encogiéndose de hombros y poco convincente, o tal vez solo me lo parecía porque sabía la verdad. Minutos después, salió Daniel con un leve desorden en su cabello delataba la actividad reciente. Su mirada barrió la sala y se posó en Cristina. Luego, se acercó a nuestro grupo con su sonrisa fácil y desenfadada. —Bueno, gente, me piro —anunció—. Ha sido un placer. Cris —dijo, volviéndose hacia ella—, increíble función. De verdad. Ella alzó la vista por fin, pero sin atreverse a mirarle directamente a los ojos. —Gracias, Dani. Tú también estuviste genial. Él sonrió, y luego se inclinó y le dio un beso en ...
... cada mejilla. Ella se quedó rígida, apenas respondió al contacto. La vergüenza la paralizaba. Luego, Dani se volvió hacia mí. —Lucas, un placer. Cuida de esta pedazo de actriz, ¿eh? —dijo, extendiendo su mano hacia mí. Por un instante, todo se detuvo. Vi esa mano, la misma que minutos antes había explorado cada centímetro del cuerpo de mi novia, que le había provocado ese orgasmo que aún resonaba en mi cabeza, ofreciéndose a mí en un acto de caballería. El alcohol mezclado con la rabia y la humillación me hicieron sentir que iba a terminar explotando, pero no dije nada. No moví un músculo en mi rostro. Solo extendí mi mano y la estreché. —Claro—dije, y mi voz sonó plana, muerta. Él asintió soltó mi mano y se marchó. Yo me quedé allí, con la sensación de su contacto ardiendo en mi palma, sabiendo que acababa de darle la mano al hombre que se había follado a mi novia y que la huella de ese apretón quedaría para siempre grabada en mi piel, junto con el recuerdo de lo que había visto. La noche siguió su curso y Cristina, después de la tensa despedida con Daniel, se aferró a su vaso como a un salvavidas. Bebió con una determinación que no le era habitual como si intentara librarse de algo más que la sed. El alcohol hizo su efecto rápido. La rigidez y la vergüenza inicial se diluyeron, reemplazadas por una euforia artificial. Se reía demasiado alto, se apoyaba en mí con un peso exagerado, y sus miradas, antes evasivas, ahora se posaban en mí con un destello borracho ...