1. Heil mama (Cap. 2)


    Fecha: 12/06/2018, Categorías: Incesto Sexo con Maduras Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos

    ... subí los pantalones y me puse la bomber. Cogí de un estante un paquete de toallitas húmedas (los putos chinos tenían de todo), y se lo lancé. —Límpiate y ponte la ropa. Vamos —ordené. Ella obedeció de inmediato. Estaba ruborizada y tenía los ojos enrojecidos —. Y no se te ocurra contarle esto a nadie, ¿estamos? O ya sabes lo que pasará. Asintió y terminó de vestirse. Sin dejar de mirarme, salió del pasillo y se sentó de nuevo detrás del mostrador. Iba a marcharme sin más, pero cuando estaba junto a la puerta volví al mostrador, me incliné y besé a la china Mari, agarrándole la nuca con firmeza. De nuevo, nuestras lenguas se unieron y se enredaron unos segundos. Le di un suave cachete en la mejilla, cogí la bolsa con las litronas y le guiñé un ojo antes de salir a la calle. Cuando regresé a la furgoneta, mis compañeros no se quejaron demasiado por mi tardanza y no me hicieron preguntas, lo que fue un alivio porque no había pensado en ninguna excusa. Aunque si les hubiese dicho “me he estado follando a la china de las gafas” seguramente habrían pensado que era coña y se habrían reído. —¿Alguna novedad? —pregunté. —¡Qué va! La negra esa no debe tener ganas de salir hoy —dijo Román. Pasamos el resto de la tarde allí, hablando de chorradas, de fútbol, de tías famosas a las que nos follaríamos, de coches, etc. Cuando se puso el sol, tiramos las litronas vacías a la calle, cerramos la puerta y Román se puso al volante, encabronado por haber desperdiciado toda la tarde. Fuimos a la ...
    ... zona de bares, al otro extremo del barrio. Nos tomamos unos cuantos cubatas, intentamos ligar con unas universitarias, pasaron de nosotros, las llamamos guarras, nos llamaron gilipollas, Román le pegó una patada a una mesa y rompió varios vasos. Salimos a la calle para calmarnos, pasó un moro y lo insultamos, pasó un coche de policía y pusimos cara de no haber roto un plato en nuestra vida. A eso de las una, dimos la jornada por terminada y cada mochuelo a su olivo. Cuando entré en casa todo estaba oscuro y en silencio. En el pasillo, la puerta de la habitación de invitados estaba cerrada, pero se veía algo de luz por debajo. Mi tía Merche estaría leyendo, o tocándose, la muy guarra, vete a saber. A mí me daba igual. Estaba cansado y un poco borracho. Había sido un día extraño: por una parte la frustración de no haber averiguado nada sobre el negro del chándal, por otra parte había echado un polvazo con la china Mari, y a juzgar por nuestra despedida podría volver a hacerlo cuando me viniese en gana. El recuerdo de su estrecho chochito asiático apretando mi polla me hizo sonreír mientras me quitaba las botas. Pero el día aún no había terminado. Apenas llevaba dos minutos tumbado en la cama, viendo la tele para coger el sueño, cuando alguien llamó a mi puerta con los nudillos. Toc toc. Hacía calor, un calor inusual para una noche de primavera, y me había acostado desnudo. Me puse los pantalones del pijama y una camiseta blanca de tirantes y me quedé de pie cerca de la cama. ...
«12...789...»