1. Heil mama (Cap. 2)


    Fecha: 12/06/2018, Categorías: Incesto Sexo con Maduras Autor: DocJoliday, Fuente: CuentoRelatos

    ... —Adelante —dije, en voz baja. Con mucho cuidado de no hacer ruido, mi tía Merche entró en la habitación y cerró de nuevo la puerta. Llevaba su melena oscura recogida en una desordenada coleta y sus ojos marrones brillaban un poco. La única luz era el resplandor azulado de la televisión. Me miró con una extraña mueca sarcástica y me dio la impresión de que ella también había bebido un poco. Recordé que había salido a comer con sus amigas divorciadas, y seguramente se habían pasado la tarde poniendo a parir a sus exmaridos y bebiendo lo que sea que beban esas brujas. —¿Qué quieres a estas horas, tita? —pregunté, casi susurrando. Lo último que quería era molestar a mamá, que estaría durmiendo como una bendita. —Solo quería darte las gracias por esto, sobrino —dijo, e hizo un gesto con ambas manos señalando su propio cuerpo, desde el pecho hasta las piernas —. Tu madre no me ha dicho nada pero sé que ha sido cosa tuya. Entonces me di cuenta de que llevaba puesta una de las batas guateadas de mi madre, y no pude evitar reírme un poco. Obviamente le quedaba pequeña. Dejaba a la vista sus torneadas pantorrillas y las mangas eran demasiado cortas. Di por hecho su hermana le había obligado a ponérsela después de nuestra conversación. —¿Qué pasa? Te queda muy bien —me burlé. —Ya sé que te va el rollo nazi y todo eso, Paquito —dijo, echando una mirada a mi bandera del Tercer Reich —. Pero no imaginaba que fueses tan rancio. ¿De verdad te molesta tanto que una mujer enseñe las ...
    ... piernas? —Esa no es la cuestión —dije, esta vez muy serio —. Puedes enseñar las cachas donde te dé la gana, pero esta es una casa decente. No te puedes pasear por aquí en ropa interior, por respeto a mi madre y a mi difunto padre. Para mi sorpresa, se llevó la mano a la boca y ahogó una carcajada. Era obvio que había bebido. Nunca la había visto borracha y al parecer era aún más insoportable que cuando estaba sobria. Me entraron ganas de abrir la puerta y echarla al pasillo de un empujón, pero no quería que montase un pollo a esas horas. —¿Tu padre? ¡Ja! —dijo Merche, en un tono que no me gustó nada —. A tu padre le habría encantado verme por aquí en ropa interior. ¿Sabes la de veces que intentó llevarme a la cama ese putero cabrón? Esa fue la gota que colmó el vaso. Di un paso al frente, respirando como un toro bravo, y le di tal bofetada que casi se cae al suelo. Por suerte, no gritó. Se quedó mirándome con los ojos muy abiertos y brillantes, los labios temblorosos, medio agachada, con la mano en la mejilla. En esa postura, la polémica bata guateada se abrió un poco y pude ver uno de sus bronceados muslos. Sin decir nada, se incorporó, salió de mi habitación y se encerró en la suya, sin hacer ruido. Solo de nuevo, solté un profundo suspiro y me pasé las manos por mi rapado cráneo. ¿Qué coño había pasado? Se había ganado la hostia, de eso no cabía duda, pero tendría que haberme controlado. Si se lo contaba a mi madre se llevaría un disgusto enorme, y eso no podía permitirlo. Para ...