1. Historia del chip 017 - En la consulta - Irma 004


    Fecha: 18/06/2018, Categorías: Grandes Relatos, Lesbianas Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos

    ... le acariciasen los pezones? ¿Suplicaría que le acariciasen los lóbulos? A la excitación se sumaba el dolor del cierre. Las células hacían su trabajo. Era molesto pero soportable. La enfermera le había recalcado que nunca sería igual. No se acostumbraría. Y ni ella ni su amante sabrían cuánto dolor le ocasionaría cerrar los agujeros, sería distinto en cada ocasión. En todo caso, abrirlos siempre sería un tormento. Irma se hubiera acariciado los pezones. Hacía tiempo que ya no tenía ese derecho. Estuvo leyendo concienzudamente el contrato y las implicaciones que contenía. ¿Cómo se hubiera tocado las orejas sin excitarse? Si lo hacía mientras se duchaba o mientras pensaba en otra cosa, su cuerpo no reaccionaría... en caso contrario, debía saber a qué atenerse. Al parecer, los dispositivos nanotecnológicos emitirían unas sustancias determinadas... Decidió dormir un poco. Se levantaba muy temprano para trabajar y su biorritmo estaba ajustado al de su amante, que podía despertarla a cualquier hora para ofrecerle el clítoris y los labios vaginales húmedos. Sentía envidia y excitación sólo de olerlos. No resultó fácil acomodarse con la cabeza a un lado, tal y como le gustaba dormir. Despertó cuando notó cómo Galatea le ...
    ... acariciaba los hombros suavemente. Los nervios alterados en sus orejas lo notaron con prontitud. Hubiera preferido un acercamiento a los pechos. Se besaron con suavidad, casi de manera casta. —Tengo tantas ganas de tocarlos, Irma. Gracias por el regalo— reiteró Galatea. Irma contestó con su sonrisa. —Pronto, cariño. Quítate la ropa y te doy un repaso— ofreciéndose, esperando olvidarse de sí misma por un rato. Por lo menos que disfrutase su amiga. Tal y como lo habían hablado tantas veces en terapia era mejor centrase en las necesidades de su amante y no en sus desventuras. No hizo falta insistir. Mientras los dedos de Galatea exploraban los enhiestos salientes de Irma, ésta analizaba a fondo la gruta de su amiga con la lengua enroscada. Tuvo que pedirle que no apretara los muslos, por el dolor que le producía en las orejas. Pero no podía de dejar de sentir la piel tersa entre las piernas de Galatea. Al incorporarse, por el dolor, el cansancio y la necesidad de aire acarició con ternura los muslos entreabiertos y sudorosos. Las yemas de sus dedos parecían sentir cada poro. Se excitó tanto que pidió que volviese a jugar con los pechos. Los estímulos también iban a sus orejas, mezclando dolor y placer, indistinguibles. 
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