Coincidencias
Fecha: 04/10/2017,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
... sin ton ni son. Volvió a correrse antes que yo, aumentando la velocidad de sus caderas, suspirando acelerada, emitiendo aquellos raros chillidos, agudos pero de baja intensidad, que tanto la caracterizaban. Me quedé a cenar, a sabiendas que a mi madre le disgustaría que la avisara con tan poco tiempo. Pero el plato del ático era mucho más suculento. Eran más de las once cuando nos despedíamos en el recibidor, con los últimos arrumacos, besos robados, caricias más o menos intencionadas, hasta que posó la mano de nuevo sobre mi entrepierna. Bendita juventud, exclamó al notarla despierta de nuevo. La tomó con fuerza, besándome con ansia de nuevo, hasta que se separó de golpe, se dio la vuelta para apoyarse en la mesita donde soltaba las llaves, se levantó la falda para mostrarme las nalgas que desnudaba del tanga que dejó caer al suelo, invitándome a acabar la faena con aquella mirada felina que me taladraba, clavando sus ojos en mí a través del espejo. Obedecí obediente. Me desabroché rápidamente, apunté y entré, de nuevo con su ayuda. Sin dejar de mirarla a los ojos, sosteniéndome también ella la mirada a través del espejo, suspirando, chillando, pidiéndome más con aquellas húmedas pupilas que hablaban por sí solas, mientras sus caderas bailaban al son de las mías. ¡Dios, cómo me pones! Exclamó dándose la vuelta cuando ambos habíamos llegado a puerto. Me besó profundamente, aún obscena, para separase mirando mi miembro enhiesto, arrodillarse y engullirlo de nuevo. Sólo le ...
... pegó cuatro o cinco lametones, para levantarse entre lamentos, vete ya, vete ya, empujándome hacia la salida, que no puedo controlarme. Nos comunicábamos por SMS, los whatsapps aún tardaron unos años en llegar, mensajes de texto escuetos, citándonos. ¿Puedes subir? ¿Quieres pasar cuando acabes el entreno? Si podía me asomaba, a menudo a su piso, donde Iván se acababa de acostar, por lo que teníamos cierta intimidad, aunque no la tranquilidad con que nos amábamos los martes, nuestro día de novios, lo bauticé. Pero un día a la semana nos era insuficiente. Intenso, pleno, satisfactorio, pero nos sabía a poco. Por allí comenzó el juego. Al principio, me escapaba después de cenar, salgo un momento para ir a casa de Andrés, un compañero de facultad que vivía cerca, decía, pero me escabullía escaleras arriba para amarnos en silencio o tratando de no hacer ruido para no despertar al niño. Pero pronto aprendí que lo que volvía loca a Maite era la dificultad, el riesgo, la imprevisibilidad. Era una tarde de fin de semana. Yo había subido al ático con no sé qué excusa pero como era habitual, Iván me había acaparado, hasta que logré que se quedara plantado ante unos dibujos de la tele. Su madre había ido a la cocina para preparar la merienda, cuando entré con la excusa de ayudarla. Estaba untando pan de molde con Nocilla, así que la abracé por detrás, subiendo las manos hasta agarrarle ambos pechos y clavarle el paquete en las nalgas. Estate quieto que está Iván, pero no la solté. Al ...