El amante de Mohamed Alí
Fecha: 18/01/2019,
Categorías:
BDSM
Autor: GabrielledelD, Fuente: CuentoRelatos
... todavía salí a buscarlo. Estaba sentado en una silla en el cenador. Al llegar no se me ocurrió otra cosa que arrodillarme ante él y pedir perdón. - No pasa nada, dijo atusándome el pelo, no pasa nada. Quise ver su torso. Me lo enseñó a regañadientes: era todo un hematoma oscuro. Me asusté y le pedí que fuéramos a urgencias pero se negó. Aunque le debía doler bastante cumplimos el programa: un poco de piscina (no se quitó la camiseta), comer, y estudiar hasta las ocho de la tarde. Al piso, y hasta las 8 pero de la mañana. Cuando me fui a dormir estaba todavía más enfadada conmigo misma por haber hecho pagar mis platos rotos a un inocente. Transcurrió la semana sin sobresaltos dignos de mención. Al viernes siguiente Felipe ya había olvidado pero yo no. A las 10 de la noche volvíamos a entrar en el palacete. Antes incluso de dejar los trastos le pedí que volviera a llevarme a las caballerizas. Se asustó un poco por si quería volver a las andadas pero medio en broma le dije que quería buscar algo muy particular que había visto entre los trastos. Cuando llegamos yo ya sabía lo que buscaba. Allí estaba, colgada junto a arneses y aperos: una larga fusta, muy gastada pero en perfectas condiciones. Medía más de un metro y medio, longitud necesaria para llegar sin dificultad a las ancas del caballo desde el asiento del carro, entonces vehículo indispensable en los cultivos de regadío intensivo. Juanjo me preguntó para qué coño quería eso. Su cara volvió a denotar un poco de miedo. ...
... Me temía, el pobre. Vamos arriba a mi habitación y te lo diré. Cuando llegamos estaba asustado de verdad. Me quité la camiseta y la bermuda, quedándome en bragas y sujetador, un conjunto negro muy sexy que me había puesto para la ocasión. La mirada de Felipe fue muy reveladora de que había alcanzado mi primer objetivo. Le di el látigo y le dije: toma. Se quedó lívido, con la fusta en la mano. No se enteraba. Me acerqué a una silla de enea bastante baja. Me hice una coleta con una goma, quité el cierre del sujetador sin dejarlo caer, apoyado en mis hombros pero dejando mi espalda totalmente expuesta. Me senté en la silla del revés, apoyando mis brazos en el respaldo y mi frente en ellos: Azótame, dije sin mirar. Juanjo por unos instantes quedó estático, imagino que sin saber qué hacer. Después oí como se acercaba. No hubo que repetírselo. Me cruzó la espalda de un fustazo. Duele, ¿sabéis? Imaginaos que os pasan una lima muy afilada y larga por la piel. Después escuece. Como se quedó quieto de nuevo le pedí más, y más fuerte. No se hizo de rogar. Estoy completamente segura que ningún hombre lo hace para azotar a una mujer. Si alguna lectora conoce alguno, que me lo diga. Mi correo la está esperando. Aguanté lo que pude pero tuve que ser yo la que dijera que parara. No sé si me creeréis pero estaba más excitada que dolorida. De hecho ya me sentí mojada desde el mismo momento en que entramos en el camino de tierra de la casa. No sé cuántos latigazos me dio. Yo no los conté y él ...