Suegra borracha
Fecha: 28/12/2024,
Categorías:
Incesto
Autor: Schuko, Fuente: TodoRelatos
... una intoxicación. Sus preguntas, tratando de averiguar cómo había ido la fiesta y qué era lo que había tomado su pobre mujer que tan mal le había sentado, se encontraban con respuestas ácidas, desabridas o directamente insultantes. De modo que el hombre plegó velas y decidió dejar a su maltrecha media naranja que se recuperase de su cogorza en la cama durante toda la mañana.
Sandra, que había pasado una noche bastante inquieta, empezó a encontrarse algo mejor a base de beber agua (ideal para la resaca) y hacerse un par de dedillos para calmar la excitación que le sobrevino en cuanto recordó las pollas de su yerno y su vecino entrando en su culo como Pedro por su casa y el enorme placer que había descubierto siendo sometida de aquella manera por los dos jóvenes sementales que la utilizaron como una puta (con su consentimiento, que conste).
El caso es que, sobre la una y media, bastante recuperada ya de su noche toledana, se levantó y se duchó. Después, acudió al salón, saludó a Ricardo algo más conciliadora y éste, como un perrillo apaleado, se sintió mejor y más satisfecho e, iluso él, pensó que quizá esa noche podría mojar el churro si su mujer se había recuperado de aquella inoportuna intoxicación.
Sandra hizo la comida. Una comida contundente, un par de chuletas, huevos y patatas fritas. Rioja para beber, algo de fruta y un yogur (desnatado: hay que cuidar la línea) de postre. La mujer tenía un hambre canina y, Ricardo, poco acostumbrado a ver a su esposa zampar ...
... comidas tan contundentes, pensó que, después de la intoxicación a su mujer le vendría bien reponer fuerzas.
La tarde la pasaron los dos acurrucados en el sofá. Sestearon viento una película de esas alemanas que dan los domingos en la televisión y Ricardo, con la autoestima en franco crecimiento, disfrutó al tener a su mujer tumbada junto a él, utilizando su mullida barriga como almohada. Casi creyó que renacía algo de pasión perdida. Para Sandra fue una cuestión de comodidad. La panza de su esposo tenía el tamaño perfecto para acomodar su cabeza y echarse una buena siesta. Mejor que un cojín viscoelástico, vamos.
A las siete de la tarde, Sandra se despertó fresca como una lechuga. Fue a echar una meadita, se limpió los dientes, se perfumó, se quitó las braguitas y, al salir, le dijo a Ricardo:
—Ricardo, voy un momento a casa de Martín para ver si me puede dejar un par de huevos, que se nos han acabado y quiero hacer tortilla para cenar.
—Claro, Sandra, hasta ahora —respondió un animado Ricardo.
Sandra volvió dos horas más tarde. Por cierto, sin los huevos.
6. Visitando al vecino
—¡Hombre, vecina, qué sorpresa! —dijo Martín en el umbral, contemplando al trasluz del transparente camisón, el opulento cuerpo de la cachonda Sandra.
—Venía a por un par de huevos —respondió la mujer con una sonrisa de oreja a oreja, echando mano del paquete del joven. Éste, la arrastró hacia adentro y, tras dar una patada para cerrar la puerta, la agarró del cuello y la fue ...