Al Servicio del Sultán 3 - Relatos Eróticos

Al Servicio del Sultán 3

... doscientas esclavas divididas en tres grupos están esperándonos, algunas están desnudas, otras llevan restos de sus ropas, y otras están vestidas con elegantes ropas. Me dirijo al primer grupo y empiezo a seleccionar esclavas, en menos de diez minutos, y aunque todavía quedan medio centenar de esclavas que inspeccionar ya tengo seleccionadas las setenta esclavas que necesito para mi primera elección.

El segundo grupo de cerca de medio centenar de esclavas, es el que me lleva más tiempo seleccionar. Muchas de ellas se sorprenden cuando las pregunto en latín sobre su origen, y algunas se niegan a contestar, aunque un par de latigazos sobre una de ellas suelta sus lenguas.

El grupo de vírgenes está formado por apenas una veintena de jóvenes, muchas de más de dieciocho años, y la mayoría por el bronceado de su piel de origen campesino.

“¿Qué hay en ese barracón?” les pregunto a los dos capitanes señalando un edificio alejado del resto.

“Nada importante don Eric;” me responde el capitán Salem olvidándose del trato amigable.

“¿Seguro?” le pregunto. “Dudo que vengan de los mercados de Bagdad o Damasco hasta aquí para llevarse lo que me acabáis de enseñar, y mucho menos que lo hagan los enviados de los harenes. Pero bueno, regresaré a Alejandría e informare a Hafel que no he encontrado lo que buscaba.”

En cuanto vuelvo a nombrar a Hafel, la cara de los dos capitanes cambia y comienzan a hablar entre ellos.

“Acompáñenos don Eric;” me dicen manteniendo el trato ...

... formal.

Sigo a los dos capitanes hasta el edificio alejado, cuando entramos todo se ve muy diferente al otro edificio, mucho más limpio e iluminado, las jóvenes allí encerradas están vestidas y atendidas por varias esclavas desnudas. Al momento reconozco en las ropas de algunas de ellas los emblemas de sus familias, la República de Venecia, el Milanesado, la Casa de Borgoña, aunque quién llama mi atención es una joven con el escudo del Conde de Vizcaya en sus ropas.

“La mayoría son hijas de condes y duques, vírgenes acompañadas por sus sirvientas, nobles de menor rango;” me dice el capitán.

Por unos momentos pienso que Jimena podía ser perfectamente una de esas jóvenes y siento un escalofrío recorriendo mi cuerpo, luego me doy cuenta de que al igual que le ocurrió a don Rodrigo cuando a nuestra llegada a Córdoba vimos un grupo de jóvenes cristianas a la venta, poco podemos hacer por ellas, y seguramente el destino de algunas de ellas será mejor si yo decido comprarlas.

Debe de haber cerca de un centenar de jóvenes allí encerradas, asustadas al verme entrar acompañado de los dos capitanes y de Merary. Empiezo a caminar entre ellas seleccionando varias a mi paso para que sean apartadas de cara a inspeccionarlas mejor.

Me acerco a la joven con el emblema de Condado de Vizcaya, a su lado está otra joven con el escudo de Borgoña bordado en su ropa y las ordeno en latín que se pongan de pies, al verme noto como en sus caras aparece un gesto de esperanza al darse cuenta ...