Al Servicio del Sultán 3 - Relatos Eróticos

Al Servicio del Sultán 3

... dirigimos al oasis. Cuando una hora después llegamos a nuestro destino, nos encontramos con algo que no esperábamos: Cerca de medio centenar de jinetes rodean el oasis, atacando a los seis u ocho leones que desde el centro del vergel controlan todo.

“Son soldados del Emir de Cirenaica;” grita Moussa, señalando un grupo algo alejado del oasis con varios jinetes más y lo que parecen ser camellos con yurtas montadas encima. “Acabemos con ellos;” grita desenvainando su espada y cargando hacia el oasis.

La veintena de soldados siguen a Moussa, pero las cinco chicas y los guerreros nubios se mantienen a mi lado esperando mi decisión, que llega segundos después, cuando blando mi espada y espoleo el caballo.

Aunque estamos en inferioridad de tres a uno sin contar los jinetes que acompañan a los camellos, nuestra llegada por sorpresa nos da ventaja, las flechas disparadas por Sarah, Yaritza y Zeiga no fallan su objetivo, al igual que las lanzas de los guerreros nubios, cuando los dos grupos chocan, más de treinta jinetes enemigos yacen muertos en el suelo.

El combate es rápido, estamos más frescos y descansados que los jinetes enemigos, y eso no tarda en ser determinante, aunque también influye que los jinetes que vigilan los camellos no decidan unirse a la lucha, dándonos a entender que llevan algo muy valioso.

En cuanto el número de enemigos va descendiendo, hago una señal a Moussa, que entiende enseguida y al mando de una decena de jinetes, respaldados por Sarah y ...

... Yaritza atacan a los restos de la caravana.

Preocupado por Jimena, soy herido en el brazo y pierdo mi espada, por suerte Merary y los guerreros nubios nos rodean y protegen. Viendo como la guerrera nubia maneja los dos gladius acabando con un enemigo tras otro, no puedo evitar preguntarme como pude derrotarla hace unos meses.

Lo más sorprendente de la lucha es la forma en que los leones se unen a ella, atacando a los soldados enemigos, pero sin hacer nada a ninguno de mis hombres.

La última decena de enemigos arrojan sus espadas al suelo en cuanto ven como los estandartes de la caravana caen al suelo, dejándonos a nosotros enfrentados a los leones.

“No hagáis nada;” grita Merary acercándose a la base de una de las palmeras, sacando de un agujero en la tierra a dos pequeños cachorros, que acaricia suavemente, depositándolos luego a los pies de los leones.

Con un fuerte rugido, el enorme león macho de la manada se acerca a uno de los enemigos heridos, le muerde del brazo y comienza a tirar de él, alejándose hacia el otro extremo del oasis, dos de las leonas se llevan a los cachorros, y las otras cuatro arrastran a otros tantos soldados con ellas.

“Van a disfrutar de un buen banquete;” le digo a Merary, que sigue a mi lado con las espadas en la mano a pesar de que ya no hay ningún peligro.

“Nosotros también disfrutaremos de un buen banquete;” responde Moussa llegando hasta nosotros guiando a los camellos con sus contenidos. “Creo que tenemos entre las manos ...