Mi hermana siempre estuvo más buena que yo - Relatos Eróticos

Mi hermana siempre estuvo más buena que yo

... con algunos dulces y pasteles. La sala estaba a oscuras y él no perdía ocasión para contemplar como su tía, creyendo que él no podía verla en la semipenumbra que rodeaba el sofá, se rascaba las piernas, subiendo la falda hasta unos muslos dorados, que Guillermo imaginaba duros como piedras, y que cruzaba, cual carretera hacia el deseo un sujetaligas negro que unía el borde de las medias con el infinito.

–¿Tía, puedes traerme un vaso de agua?

–En seguida, querido.

Mientras volvía, Guillermo se empezó a frotar la polla por encima de los tejanos. De reojo yo seguía sus manejos de manera atenta aunque siempre fingiendo seguir la película. Desde mi lejanía aquella verga parecía tan dura como la madera de avellano. Para su desgracia cuando Sara llegó trastabilló con la punta del alfombra y el contenido del vaso fue a parar a los pantalones del sobrino salido. Sí, justo en el regazo. En una peli porno Sara se hubiera puesto a secarle el paquete pero mi hermana tenía sus propios métodos de tortura:

–¡Ups! ¡Además estaba helada!

Miré la cara de Guille. En efecto, lo estaba.

Aquellos dos necesitaban un empujón. Para eso estaba allí yo y mi nueva mascota. Al día siguiente aproveché la combinación ducha junto a la piscina, protegida por una voladizo lateral junto al chalet. Guillermo se estaba duchando pero en realidad se encontraba más pendiente del cuerpo tostándose al sol de mi hermana. Yo le había convencido que un bikini que le quedaba ridículamente pequeño le ...

... iba como un guante. Mentira, claro. Pero Sara llevaba años confiando en mi buen criterio para la moda, asumiendo mi rol de amiga, consejera y estilista aficionada. Me arrastré sobre el voladizo con un saco en una mano y un alfiler en diminuto en la tira de mi bikini, mucho más recatado que el de mi hermana.

Observé como se duchaba Guillermo y como a menudo hacen los hombres se abrió un momento el traje de baño para que entrase el chorro de agua en sus partes pudendas y ahí, justo ahí, abrí el saquito, salió la culebra de agua y la empujé hacia el cuerpo del sátiro sobrino. Tan atento estaba a la voluptuosa Sara que se estaba poniendo crema protectora del sol en una pierna, doblada con precisión de metrónomo, que cuando el ofidio cayó sobre sus hombros no atinó a sacudírselo y el mismo se coló por dentro del bañador, resbalando por su nervudo cuerpo mojado.

Pateó, resbaló, gritó… Llamó toda la atención hacia abajo lo que me permitió escabullirme por arriba volver a entrar por el ventanuco y volver a aparecer en la ducha fingiendo alarma y sorpresa. Oscar a la mejor actriz secundaria.

–¿Qué ha pasado?

–¡Una serpiente! ¡Se me ha metido por… por!! –Guillermo no se atrevía.

–¡Por el traje de baño! –completó una Sara tan agitada como su respiración, con aquellos pechos mojados por la ducha y subiendo y bajando como si en cualquier momento fueran a superar la débil barrera de aquel par de triangulitos tan reducidos como insuficientes.

–Pero, pero… ¿qué haces, ...